"Sin dobleces ni privilegios".

Ojo de Agua en Gaspar Hernández es historia por sus atractivos naturales y por estar entre “Lucas y Juan Mejía”.

Frase que nació en "El Manguito, Ojo de Agua", Gaspar Hernández "Estoy entre Lucas y Juan Mejía".

Por Marcelo Peralta.

El Manguito, Ojo de Agua, Gaspar Hernández, Provincia presidente Ulises Francisco Espaillat, R.D.- Aislado del bullicio citadino, el lugar es llamado “Ojo de Agua”, un paraíso para el ecoturismo de agua dulce y montaña, ubicado en el Municipio Monseñor en Gaspar Hernández.

Este sitio genialidad de la Madre Naturaleza, constituye una fuente inagotable de agua que se sumerge entre las rocas, penetra a cuevas, luego a cavernas para después reaparecer formando el “Río Arroyo Grande” y la “Poza Ojo de Agua” cristalina.

Estas creaciones naturales, constituyen atractivos, plataforma y fomento del ecoturismo de montaña, poseedor de una latitud de 19.59 y longitud de 70.338.

“Ojo de Agua”, perteneciente al Municipio Monseñor Gaspar Hernández, es una zona cubierta de montes, en que los primeros pobladores cercaron grandes extensiones de tierra que tras años de ocupación, el alcalde de la zona logró legalizar favoreciendo a campesinos.

Cultivaban yuca, plátano, batata, café, cacao y otros frutos menores, que al transcurrir el tiempo hacían “trueque”, incentivando y estimulando la solidaridad, el trabajo armónico, hospitalidad y funciones agrícolas compartidas.

Esta zona es de terrenos fértiles, cuyos primeros pobladores impusieron hábitos, reglas, normas que perduraron por décadas.

Entre esas personas renombradas figuran José Rodríguez-Joselo- y su esposa María Vega, pareja que procreó 12 hijos; Ángel Mena y su esposa Digna; José Andrés Mejía y su esposa María.

Otras parejas son  Isaías Sánchez y su esposa Cándida;   Ubaldo Salcedo y su esposa Malín y Joselio Rodríguez y María.

Zona llena de historia, no solo por sus bellezas y atractivos naturales.

Hospitalidad, convivencia y solidaridad de sus gentes; sino porque aquí nació el refrán creado por Isaías Rodríguez que mejor ubicación a sus allegados decía: Estoy entre Lucas y Juan Mejía que eran sus vecinos más cercanos.

De ahí es que se desprende la famosa frase del decir refranero para expresar las condiciones socioeconómicas de una persona que está en medio de dos familias.

Pero, doña Amparo Rodríguez, hija de don Isaías Rodríguez, tiene un recuerdo muy peculiar de su vecino Manuel Burgos quien estuvo casado con una joven con quien nunca procreó hijos que al ser afectada por dolencias corporales ella murió.

Don Manuel Burgos relata doña Amparo Rodríguez una tarde salió al conuco y al regreso traía en sus hombros un racimo de plátano y su padre al observarlo lo llamó a tomarse un café.

Ambos iniciaron un diálogo que se prolongó hasta llegada la noche y don Manuel Burgos con la autorización de don Isaías Rodríguez se quedó a dormir y se acomodó tanto que abandonó su casa y allí se quedó murió de vejez.





En el paraje “El Manguito”, compuesto por personas ejemplos de dignidad, trabajadores y lleno de cualidades que pertenece a la comunidad “Ojo de Agua”, bautizado así por la transparencia de las aguas que bajan desde la montaña formando el “Arroyo Grande”, que atrae la atención de los visitantes.

Aquí, existió una escuela, edificio de tablas de palma y zinc construida por comunitarios quienes formaron un comité y colectaron dinero para comprar materiales.

En su vida útil, el centro admitió a miles de joven que en sus aulas se formaron, quienes hacían hasta el sexto grado emigraba a la ciudad a concluir el bachillerato.

Transcurrido el tiempo, los mayores murieron, quienes tenía posibilidades económicas se mudaba a la ciudad y los más valientes quedaron en la zona.
La zona cada año tenía menos personas, la población estudiantil bajó y la escuela quedó abandonada como un “barco a la deriva”.

Vieja, sin calor humano, abandonada, la vetusta edificación se fue deteriorando paso a paso; sucumbió y se desplomó “triste y solitaria” a causa de la ingratitud de quienes se beneficiaron de sus mejores épocas de gloria.

Tras décadas de servicio cobijó a miles de jóvenes y maestros que descollaron, pero se olvidaron que esta casona fue la que sirvió para su formación educativa.

La historia, sus aportes, desplome de este edificio son ignoradas, ya que sus primeros pobladores murieron, sus descendientes viven en otros lugares, los que hay son más jóvenes desconocedores de sus antepasados.

Añejada la edificación, algunos parroquianos aprovecharon tomando fotos para recordar sus invaluables a hombres y mujeres forjadores de la dominicanidad.

En la actualidad, el panorama en esa comunidad es oscuro, porque la edificación debió conservarse y construir uno con los últimos adelantos tecnológicos.

Una soledad sepulcral rodea el entorno donde estaba el centro.

Aún persiste una parte de la historia de la otra denostando una dramática ausencia humana.

Algunos de los que tuvieron familias viviendo aquí antes que ellos, reviven las anécdotas de quienes vieron el edificio en pleno apogeo.

"La gente se salió de la zona y abandonó el centro y de vejez se desplomó” es el sentir de algunos aldeanos.

Según datos de la antigua Secretaría de Educación nunca se le prestó valor a la escuela por estar en una zona rural.

Sin embargo, en tiempo de vigencia, allí impartieron docencia maestros sobresalientes y salieron estudiantes que se convirtieron en personalidades renombradas.

La celeridad del momento, la cadena humana que abandonaron la zona de El Manguito y Ojo de Agua, se radicaron en Gaspar Hernández y otras ciudades del país y el extranjero, nunca se preocuparon por conservar el inmueble.

El escenario donde estuvo el centro de estudio se observa el pavimento donde sirvió para instruir a hombres y mujeres para el porvenir.

El área es un símbolo de la cultura gasparense que se detiene al observar el lugar donde se mantuvo firme la estructura.

"Se cayó la casona”, cuando yo paso por aquí me da tristeza, dijo un ciudadano que rehusó dar su nombre.

Añadió quede las personas mayores de edad se fueron de aquí y la mayoría se murieron.

Al insistir que ofreciera mayores visualizaciones, escuetamente respondió: “tengo prisa”.

Ese es uno de los refranes más utilizados entre aldeanos en el país.

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