Por Alejandro Almánzar
Serían los años 80 o 90, cuando estudiaba inglés en Modern English College Institute, de la calle El Conde, con 19 de Marzo, en la Zona Colonial. Leíamos el relato del niño Alex, sobre la historia de Mr. O’ Neil, quien frente a su escuela "vendía helados”.
Despertaba su curiosidad, porque más que atender a los chiquillos que buscaban refrescarse, el hombre estaba pendiente a todo lo que se movía por el entorno, aunque de forma muy disimulada, pero todo quedó de manifiesto, cuando una mañana, el vendedor mostró su verdadera identidad frente a los estudiantes.
Aquel día, él y sus compañeros no salían del asombro, cuando lo vieron desenfundar un arma y batirse a tiros con delincuentes, a quienes tenía como misión dar seguimiento. Estaban desconcertados, al descubrir que el personaje que cada día le enfriaba su paladar, resultó ser un oficial encubierto, que era cualquier cosa, menos lo que creían.
Luego del incidente, jamás volvió a ver por ese entorno al hombre con quien él y sus compañeros habían compartido y disfrutado de los sabrosos helados para enfriarse la vida en esos veranos calientes.
¿De qué sirve este relato? Pudiera enseñarnos, que no todo es del color con que se mira, como diría Campo Amor, servir al dominicano, para cambiar la percepción sobre el mundo y sus complejidades. Siempre le digo a los míos, que jamás osemos creer que las demás culturas son iguales a la nuestra.
Incluso, saber medir las circunstancias en que vamos a poner en práctica el don de gente buena, ese que llama al desconocido para ofrecerle el vaso de agua, un plato de comida y hasta dónde dormir.
Es complicado para nosotros, pues es nuestra idiosincrasia, algo difícil de cambiar, por aquello de que juzgamos a los demás por cómo somos. Al padre Benito Taveras, rector de la Basílica, en Higüey, en ocasiones le hice esta advertencia, (del mismo, modo que no todo el que usa una sotana es un sacerdote, tampoco el que viene con rostro de mendigo ante usted es tal). ¡Quizás hablaba de mí sin saberlo!
Pero como si la historia de Alex y su heladero fuera poco, en New York, conocí, ya no como simple relato, si no, de la vida real, la del “piragüero”, que vendía de todo, menos piraguas, quien de repente recibió de visitante a un “desamparado”, que con su Shopping Car repleto de cosas, se colocó al lado suyo.
Dominicano al fin, el “piragüero”, entró a tal confianza con él, que lo enviaba a buscar el producto que le distribuía a su patrón del bajo mundo. Lo que menos pensaban ellos, era que aquel "estrafalario personaje" estaba provisto de equipos que grabaron en audio y videos cada operación y movimientos suyos.
Me contaron, que finalmente al ser detenidos, cuando al "piragüero le presentaron al hombre que sería el testigo de la fiscalía, preguntándoles si le conocía, claro, este dijo, con toda razón, “nunca haberlo visto”.
Y así era, pues ese hombre alto y trajeado, afeitado, en nada se parecía al heladero espía, ni al desamparado en cuestión, sólo lo reconoció, cuando este le agradeció haberle dado de comer muchas veces, pidiendo al juez, consideración para el procesado por ser persona de bien, aunque hacía lo incorrecto. ¿Cómo analizar a los personajes de la trama? Para mi mucha pericia.
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