Por
Marcelo Peralta.
Santiago, R.D. La República Dominicana lleva
un largo tiempo atravesando una gran “pesadilla”, debido al auge de la
delincuencia, la violencia intrafamiliar con la muerte de decenas de mujeres,
secuelas que dejan a cientos de menores sin
hogares estableces.
Estos
fenómenos con altas cifras de víctimas están convirtiendo a la República
Dominicana en inhabitable, sin que hasta ahora, se vislumbre desde el Estado un
programa que saque de las calles a los que atentan contra la vida ciudadana.
En la ciudad
Santiago de los Caballeros, sus habitantes han perdido el hábito de durar hasta
altas hora de la noche frente a sus viviendas y a salir a las calles ante el
temor a ser víctimas de los delincuentes.
La situación
es tan compleja que ningún ciudadano está seguro en ningún lugar, porque se puede entrar en “fuego
cruzado” tras enfrentamientos a tiros entre delincuentes, tiroteos, asaltos, atracos, robos y
la inseguridad ciudadana.
Unido a
estos fenómenos, se suma la masiva invasión de indocumentados haitianos deambulando
por las calles, causando problemas a los documentos que a todas horas tienen
que realizan jornadas laborales para cubrir sus necesidades.
La transculturación impuesta por el PLD
desde su ascenso al poder en el año 1996 hasta la fecha con permitir la entrada
de millones de indocumentados, en su mayoría haitianos sin educación, respeto a
los ciudadanos dominicanos, a sus leyes, hábitos, costumbres, símbolos patrios
ya deteriorado los cimientos tradicionales.
Con ello, se ha desnaturalizado los
esfuerzos del patricio Juan Pablo Duarte, en virtud de que los haitianos no
respetan nada, porque dicen tener el apoyo del gobierno, de partidos políticos,
empresarios y organismos internacionales.
De continuar la delincuencia, la llegada de
miles de haitianos y la “flojera” de un gobierno entreguista, lo que habrá de
venir es el surgimiento de conflictos familiares, sociales, económicos,
políticos, deterioro de la sociedad, cambio de los estilos de vida de los
jóvenes, quienes cada día se inclinan por la delincuencia y las comodidades
fáciles.
Al parecer, este estilo de vida impuesto por
sectores “nocivos” interesados su principal objetivo es hacer desaparecer el
hombre de República Dominicana creando estilos de vida buscando distanciar
culturalmente de una sociedad que los jóvenes no han fabricado y que solo
interesaría que prevalezca el desorden y caos.
No obstante, con el esquema que se avecina,
las víctimas en la discriminación social serían los niños que van creciendo y
los que deberán de nacer.
La mayoría de los jóvenes carecen de planes,
proyectos de vida, evidenciando incapaces de adaptarse al medio social, al
estudio, la producción, inclinándose por la delincuencia como medio alternativo
de sobrevivencia.
Otros, se van por el lado fácil al acceso a
las drogas, alegando falta de empleos, oportunidades productivas, donde el estudio
para muchos de ellos es su enemigo.
Por efectos de la descomposición social,
desintegración familiar, muchos se adentran en los centros de Internet, caen en
las drogas, roban, se alejan de la educación, de los deportes, destruyen la
familia, sus destinos son el hospital, cementerio y la cárcel.
Sin embargo, en el proceso de la delincuencia
prevalecen diversos factores que son claves para que los jóvenes caigan en
actos reñidos con la ley, entre ellos la injerencia de personas que han
delinquido en otros países incidiendo entre muchos dominicanos a quienes reclutan
para vender y consumir drogas.
Eso se evidencia en barrios de la ciudad
Santiago de los Caballeros en que muchos muchachos se han dejado influenciar
por haitianos cayendo en drogas, en que varios de ellos están presos, unos en
Hogares Crea, otros en hospitales y en casas de sus padres, creando desasosiego
a familiares y a vecinos.
Es notorio observar a abastecedores de venta
de drogas en los negocios de ventas de bebidas alcohólicas convenciendo a jóvenes a “meterse”
en ese negocio y, a la vez, al consumo.
El auge de la delincuencia, tráfico, venta,
consumo de drogas tienen funciones relevantes en las perdiciones de jóvenes que
destruyen los cimientos humanos.
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