La Carretera Don Teco
Por Ramón de Luna
Durante muchos años estuvimos visitando la playa de Guzmancito, donde un grupo de amigos solíamos juntarnos en una casita que nuestros hermanos Rafael Noboa y Llillin habían levantado bajo los cocoteros y una ensenada que hay allí tiene una historia que es bueno contarla.
Allí mismo tenía un rancho un popular señor a quien le decían Don Teco, de piel curtida y manos callosas.
Resultó ser una persona muy especial para nosotros, pues siempre nos recibía con un coco de abundante y sabrosa agua, lugar que también se caracterizaba por una permanente brisa que nos traía los ricos olores del mar.
Por esa ensenada, llamada Maimón, fue por donde desembarcaron los expedicionarios el 20 de junio de 1959, y el resto llegó por Estero Hondo.
La barcaza Tinina fue atacada a cañonazos por una fragata trujillista que estaba comandada por un marinero de apellido Puente, quien logró hacer un disparó directo y ocurrió que la nave se encendió.
Muchos fueron los valientes que en ella venían y que murieron sin poder desembarcar.
Don Teco nos contó cómo ocurrió todo, pues acostumbraba irse a la playa bien temprano y allí fumarse un cigarro que él preparaba.
Estando allí eñangotao, como dicen los campesinos, observó que la barcaza era tiroteada y obligada a acercarse a la playa.
Nos cuenta que vio a un joven tirarse por la borda y salir nadando hacia tierra firme.
Lo hacía con grandes brazadas, logrando llegar a salvo.
El joven expedicionario salió del barco en calzoncillo. Cerca había una finca propiedad del libanés Yapur Dumit.
Cuenta Don Teco que él siguió al joven que tumbó una hermosa lechosa y empezó a degustar, pero se aproximaba una patrulla de marineros que estaban destacados allí, quienes lo apresaron y se lo llevaron al pequeño cuartel existente en el lugar.
Me dijo presenciar cuando un oficial, pistola 45 en manos, le preguntaba insistentemente su nombre, de donde venía, y cuántos eran sus compañeros, pero el valiente muchacho nunca le respondió.
El militar sobó el arma y lo amenazó con darle un tiro en una de las rodillas si seguía callado.
Inmutable.
Sonó un disparo y un ¡ay! del expedicionario.
Antes de llegar la patrulla, Teco conversó por algún rato con dicho joven, quien le dijo que era cubano, nacido en La Habana, etc.
Pero Don Teco nos reveló que muy cerca donde hoy se halla el monumento levantado al lado de la carretera en honor a ese grupo de clientes, los guardias tenían el cadáver de José Horario Rodríguez, Comandante del grupo de expedicionarios e hijo del patriota Juancito Rodríguez, quien financiaba parte de la expedición y observó cuando un militar guardaba bajo su chaqueta un gran fardo de billetes, dinero reservado seguro para ser usado para comprar en algún colmadito comida para la tropa expedicionaria.
José Horacio murió al ser torpeada la barcaza, pero unos cuantos expedicionarios pudieron llegar a la playa e internarse en los montes cercanos.
Se dice que uno de ellos era un afroamericano de apellido White, que fue acogido por una familia campesina, quien llegó a tener un hijo con una jovencita de la familia.
También se cuenta que fue descubierto tiempo después por unos militares, que no solo lo asesinaron, sino también a toda la familia.
Eso ocurrió en aquel tiempo, historia contada a este servidor por Don Teco, que hoy lleva su nombre la carretera recién inaugurada.
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