"Sin dobleces ni privilegios".

El valor esencial del periodismo

PorArthur Gregg Sulzberger

La revista estadounidense Columbia Journalism Review ha desempeñado un papel fundamental en el debate sobre la “objetividad” en el ámbito periodístico y ha proporcionado espacios necesarios para su discusión.


Este ensayo, del presidente y editor de The New York Times, Arthur Gregg Sulzberger, es un ejemplo de ello

 

La revista estadounidense Columbia Journalism Review ha desempeñado un papel fundamental en el debate sobre la “objetividad” en el ámbito periodístico y ha proporcionado espacios necesarios para su discusión.

 

Desde que existe el periodismo independiente, ha enfadado a quienes quieren que las historias se cuenten a su manera o no se cuenten.

 

Pero puedo precisar el momento en que me di cuenta de lo cuestionada que se había vuelto la idea misma de la independencia periodística.

 

Era el otoño de 2018, mi primer año como editor del New York Times. Había pasado mi carrera hasta entonces como reportero y editor empapado de los métodos, valores y peculiaridades estilísticas del periodismo tradicional, cubriendo pequeñas ciudades para el Providence Journal y el gobierno local para el Portland Oregonian antes de unirme al Times.

 

Incluso después de años de ver cómo estas tradiciones se veían sometidas a una presión cada vez mayor por parte de Internet y las redes sociales, me sorprendió la frontalidad con la que el viejo modelo periodístico se veía desafiado por la dinámica de la cobertura de un nuevo presidente sin restricciones por los precedentes y las normas sociales, a veces incluso por la propia realidad.

 

En aquel momento, el país estaba a la espera de los resultados de la investigación del abogado especial Robert Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016 en nombre de la campaña de Donald Trump. Muchos de los críticos del presidente creían que la investigación forzaría la destitución de un hombre al que consideraban no apto para dirigir la nación.

 

Estaban convencidos de que la última salvaguarda contra los incesantes esfuerzos del presidente por socavar la investigación era Rod J. Rosenstein, el segundo funcionario de mayor rango en el Departamento de Justicia, que había asumido la supervisión de la investigación cuando el fiscal general se recusó.

 

Tras meses de minuciosos reportajes, dos periodistas de la oficina de Washington del Times, Adam Goldman y Michael Schmidt, descubrieron una historia sorprendente. 


La primavera anterior, el propio Rosenstein se había mostrado tan preocupado por el errático comportamiento de Trump que había sugerido grabar en secreto al presidente e incluso había planteado la posibilidad de invocar un mecanismo constitucional recogido en la Vigesimoquinta Enmienda que nunca se había utilizado, para declarar a Trump incapaz y destituirlo.

 

No hubo dudas sobre si publicar o no el reportaje. Se basaba en extensas entrevistas con actores de alto nivel en la administración, el Departamento de Justicia, FBI, estaba respaldada por un rastro de papel. 


Parecía exactamente el tipo de periodismo que el público debería esperar de una prensa independiente.

 

El artículo apareció el 21 de septiembre. Dado que el reportaje suscitaba profundas dudas sobre la capacidad de servicio del presidente -nada menos que por parte de uno de sus propios cargos-, la rápida y airada respuesta de la derecha no fue en absoluto sorprendente.

 

Algunos vieron nuestro informe como una validación de sus teorías sobre un “golpe de Estado profundo”. Muchos otros tacharon la información de “totalmente falsa” y nos atacaron por publicarla.

 

El senador Lindsey Graham tuiteó una respuesta al artículo que resultó típica: “Cuando se trata del presidente Donald Trump..... CUIDADO con cualquier cosa que salga del The New York Times”.

 

Lo que me sorprendió fue la indignación de la izquierda. En este caso, las críticas no se referían tanto a la falsedad del reportaje -aunque algunos hicieron todo lo posible por afirmarlo- sino a que la información era demasiado peligrosa para publicarla.

 

Desde Twitter a revistas y noticias por cable, estos críticos acusaron a Trump de que nuestro reportaje le había servido de pretexto para despedir a Rosenstein y poner fin a la investigación sobre su propia conducta.

 

Incluso aquellos que habitualmente abrazaban el apoyo al periodismo independiente sugirieron que en este caso nuestros valores nos habían llevado a una neutralidad equivocada que ponía en peligro la democracia.

 

Los lectores acusaron a los reporteros de imprudencia periodística e incluso de traición.

 

“Supongo que argumentarán que su trabajo es publicar las noticias, sean las que sean”, escribió un lector en uno de los miles de comentarios y cartas al director que protestaron por el artículo.

 

“Sin embargo, pensar con tanta estrechez de miras es una abdicación de su responsabilidad, y de todas formas no estoy seguro de que esto fuera realmente una noticia.

 

El desafío a la independencia

El periodismo estadounidense se enfrenta a una confluencia de retos que suponen la amenaza más profunda para la prensa libre en más de un siglo. Las organizaciones de noticias se están reduciendo y muriendo bajo una presión financiera sostenida. Aumentan las agresiones a periodistas. La libertad de prensa está sometida a una presión cada vez mayor. Y con el ecosistema de la información invadido por la desinformación, las teorías de la conspiración, la propaganda y el clickbait, la confianza del público en el periodismo ha caído a mínimos históricos.

El periodismo estadounidense se enfrenta a una confluencia de retos que suponen la amenaza más profunda para la prensa libre en más de un siglo. Las organizaciones de noticias se están reduciendo y muriendo bajo una presión financiera sostenida.

 

No hay un camino claro para salir de este atolladero. Pero no habrá un futuro digno para el periodismo si nuestra profesión abandona el valor fundamental que hace que nuestro trabajo sea esencial para la sociedad democrática, el valor que responde a la pregunta de por qué merecemos la confianza del público y las protecciones especiales que se conceden a la prensa libre.


Ese valor es la independencia periodística. la incompetencia, garantizando que la ley se administre de forma equitativa y justa, y arrojando luz sobre las instituciones que no quieren que sus secretos salgan a la luz.ico en general.

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