Rafael Romero Peralta.
El espíritu
de Somoza RAFAEL
PERALTA ROMEROrafaelperaltar@gmail.com
Demostrado está que siempre ha
sido peligrosa la perpetuidad de un
individuo o un grupo en el gobierno de una nación. Más nociva y riesgosa se torna la situación
si se da pábulo al coro de beneficiarios
que le hacen creer al gobernante que es indispensable.
La historia, maestra de
la vida, ofrece ejemplos suficientes.
A la vista tenemos el caso de
Nicaragua. Daniel Ortega, 72 años, de origen pobre, de pocos estudios, se
integró en su mocedad a la conspiración –necesaria y justificada- contra la
dictadura de los Somoza, que oprimía, reprimía,
impedía libertades y procuraba que todo girara en torno a esa familia y sus cortesanos.
En 1979, los nicaragüenses se quitaron de encima al
tercer Somoza. Ortega no se había
destacado por su desarrollo intelectual ni tampoco por la destreza en las
guerrillas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pero le tocó la suerte
de ser elegido coordinador de la junta de gobierno que sucedió a Somoza
Debayle.
La formaban personas de distintas ideologías,
entre ellas el escritor Sergio Ramírez, de izquierda moderada. Por cierto que
al recibir el Premio de Literatura Miguel de Cervantes, lo dedicó su discurso a los "asesinados en las
calles por reclamar justicia y democracia" y a los jóvenes que luchan para
que "Nicaragua vuelva a ser República".
¿Qué es, entonces, Nicaragua? Lo que
se ve es una heredad de Ortega y su poderosa mujer, Rosario Murillo, quien
también fuera una vez combatiente revolucionaria. Ante el deficiente estado de
salud de su marido, Murillo se impuso como candidata a la vicepresidencia en
las elecciones de 2016 y tomó posesión del cargo en 2017.
Ortega gobernó Nicaragua, con apoyo
popular, desde 1979 a 1990. Tras algunas derrotas electorales, y un retoque de
su retórica -cambio del himno sandinista y otras aproximaciones burguesas- retornó al poder por la vía electoral en 2007.
Ahora suma once más once y por si la insalud le impidiera completar el período,
ahí está Rosario.
Daniel y Rosario tienen siete hijos y no parece que sea esto asunto de interés
público. Pero sí lo es, incluso es causa de temor. A Ortega, el otrora
combatiente de dictaduras, se le ha metido el espíritu de Somoza, el combatido.
No sé de cuál de los tres, pero da igual, Somoza es sinónimo de intolerancia,
corrupción y muerte.
Se habla de 34 personas muertas durante las protestas
contra medidas que mermarían la seguridad social. Murió un periodista en pleno
ejercicio y unos medios fueron censurados. Caramba, tanta solidaridad, tanto
amor por Nicaragua y el líder sufre una horrorosa metamorfosis. Daniel Ortega
se ha tornado un Somoza.
Duele.
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