Por Pedro Carreras Aguilera
Este el momento del silencio
de nosotros mimos, del canto encadenado y la voz amordazada.
Los días de la inactividad
nunca soñada. Del obligado desaparto.
Estamos sin quiniela, sin
palé, sin tripleta y ausente del loto y de la loteka; estamos fuera del redil
de las dos portentosas fábricas de millonarios.
Estamos huérfanos de la vida
nocturna, de la juntiña de la partida de dominó, del ajedrez, del callado y
necesario trago sabatino para celebrar la muerte de la semana.
Las calles se quedan, sola y lóbrega, sin transeúntes
por el toque que nos avisa el toque de queda.
Luego
del recogimiento, se observan desnudas y solitarias, Sin yeepetas, sin carros
del año, sin la vecina exhibiendo que manejar vehículos costosos no solo he
cosa de hombre.
!Eso
es monta quien puede!.
Los
templos a coro con esta desnudez de la vida han cerrado sus puertas y se adora
a Dios dese un rincón de cada hogar.
¿Desde
qué rincón Dios nos oirás?.
Los
muertos se van más triste que nunca, sin misa de cuerpo presente, sin velorio,
sin rezos, sin música sacra, sin novenario y hasta sin esa caravana con que
habitualmente se despedían a los fallecidos en el campo santos.
En
medio de esta soledad solo son llevados al camposanto por un par de deudos y a
veces van solos en parte trasera de una camioneta.
No es
extraño entonces exclamar: !Qué triste se van nuestros muertos! para estar más
solos, no hemos podido visitar a nuestros familiares y hermanos a los pueblos
del interior y hasta los ríos, las charcas y las playas ha notado nuestra
ausencia.
Y es
que esta soledad pica y se extiende, porque a todo que uno llama, por teléfono
o le brinda un like por las redes, te salta con ese golpe seco y
lacerante: #Quededateencasa.
Otros
prefieren avisarnos que un demonio nos asecha y nos advierten: #Cuidate.
Ahora
nos damos cuenta que por fin, conocemos el tamaño no sospechado de nuestra casa
y el poder extraordinario de la cama por soportarnos tantas horas en su lomo.
Y para
los estudiosos de la lengua castellana, hemos aprendido que lo correcto es
hablar de Coronavirus porque nos referimos a una enfermedad y solo nos debemos
referir el Coronairus, cuando hablemos del patógeno, es decir del virus.
Mañana
cuando todo esto pase no piense que te negué mi saludo amistoso.
Solo
quiero que pienses que lo hice por temor a no contagiarte y al miedo de que no
me contagiaras.
“Solo
por eso”.
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