Por Luis Lopez y Marcelo Peralta
Este afluente no puede seguir muriendo en silencio.
El río Moca, orgullo natural de la ciudad del Viaducto en la provincia presidente Ulises Francisco Espaillat, agoniza, extingue en silencio arropado por capas de basura, aguas tratadas, putrefactas yace en el olvido de las autoridades y la sociedad.
Pese al deterioro evidente, ninguna autoridad local, ni gobierno central asumen posturas firmes de rescatar al río Moca.
No existen proyectos oficiales que se empeñen en sanear, tampoco hay propuestas públicas orientadas a su preservación.
El río parece no tener quién lo defienda.
Esta falta de acción es, para muchos, una señal del poco valor que se le da a los recursos naturales en planes de desarrollo urbano y nacional.
Los ríos urbanos del país, el Moca en particular, siguen siendo víctimas del cortoplacismo político y abandono estatal.
Llamado urgente.
Salvar al río Moca, no es cuestión ambiental, social, cultural y de salud pública. Es necesario que se levanten “voces” desde la ciudadanía, instituciones educativas, grupos empresariales, comunitarios y medios de comunicación pongan este tema en la agenda pública. La rehabilitación del río no solo es posible, sino urgente.
Regenerar sus aguas, reforestar, orillas, construir sistemas de tratamiento de aguas residuales, crear cultura de respeto a recursos hídricos son pasos claves para devolverle la vida a este símbolo natural de Moca.
Porque al ignorarlo, también vamos perdiendo una parte vital de nuestra historia, nuestra salud y nuestro futuro.
Antes este afluente exhibía un caudal cristalino mostrando fuerza y alegría entre piedras, rocas, bosques frondosos, quien en la actualidad está convertido en un vertedero a cielo abierto.
Por décadas, el río Moca se caracterizó por ser fuente vital para la biodiversidad zonal.
En sus aguas crecían jaibas, camarones, tilapias, carpas y especies acuáticas apetecidas por moradores que contribuyen a la estabilidad del ecosistema de comunidades aledañas. Poseía lecho cubierto de arena limpia, verdes y frondosos montes, punto de encuentro familiar, refugio para quienes buscaban un respiro de la ciudad.
Sus árboles que bordeaban el cauce que ayudaban a regular la temperatura, neutralizaba la erosión y sostenían una rica vida silvestre.
El río no era solo un recurso natural, sino un símbolo de identidad y orgullo para los mocanos.
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Hoy, la imagen que se exhibe de su muerte lenta debido al cúmulo de desechos sólidos que contaminan sus aguas es solo un recuerdo.
El tramo del río que atraviesa la ciudad de Moca parece una “cicatriz abierta en el paisaje urbano”.
Llena de bolsas plásticas, electrodomésticos viejos, animales muertos y aguas negras son parte del paisaje cotidiano.
En sus alrededores el ambiente fétido, nauseabundo, aspecto turbio, señales del profundo daño ecológico que sufre, por lo que languidece y el agua impura que no la consumen ni siquiera sus venas acuíferas.
La falta de plantas de tratamiento de aguas residuales; inexistencia de políticas ambientales eficaces, falta de voluntad estatal han contribuido a que el río se ahogue en su propia tristeza.
El crecimiento urbano desordenado, rampante deforestación de sus márgenes, indiferencia ciudadana han hecho que merme y desaparezca lo que queda.
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