Ismael Ureña Pérez tenía 14 años cuando en el verano de 2024 decidió abandonar la pensión donde estaba concentrado, en el municipio San Luis (SD), persiguiendo el sueño de firmar para la MLB.
Le decía a su hermano mayor que no se sentía las piernas, sus ojos se tornaron
amarillos y sus orines eran tan rojos como la sangre.
"Mami, me están maltratando", le
comentó a su progenitora, Iris Pérez, quien al confirmar la orina le pidió que
no regresara a jugar y lo llevó al médico. Allí los análisis confirmaron que se
le había aplicado sustancias que se inyectan a los caballos para mejorar el
rendimiento. Una información que el adolescente confirmó y que había rehusado
contarles a sus padres.
A escasos días de estar hospitalizado,
Ismael murió. Pero el drama no terminó en el cementerio. Dos hermanos suyos,
que también se entrenaban en la Yordy Cabrera Baseball Academy, han quedado con
secuelas, como taquicardia y alteración en la vista.
Sus padres, Inoel Ureña e Iris Pérez,
impotentes, pero con escasos recursos, viajaron a Santiago de los Caballeros y
contaron el caso al abogado Orlando Aracena Peña, de la Fundación Familia Sin
Violencia (Funfasinvi), que decidió asumirlo.
"Estoy aquí porque quiero justicia,
porque me mataron mi hijo y yo quiero justicia por mi hijo", se ve decir
con la voz entrecortada a Inoel Ureña en un video en Tik Tok subido en la
cuenta del abogado Russel Aracena, miembro de la referida ONG. "Porque me
le estaban inyectando cosas que yo no le he dado orden que me le inyecten a mi
hijo y por eso yo quiero justicia".
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