“Un botón de muestra”: “la Pucamaima y el Aeropuerto Cibao”
Sara Pérez, Especial para
Clave Digital.
READING, PA.-(Estados
Unidos)-Si hay alguien que tiene razones para reírse hasta con las muelas de
atrás, ante la situación social y económica que vive la República Dominicana,
(exasperante y excluyente para la mayoría, pero singularmente próspera para
algunos pequeños grupos), es el habilidoso rector de la Pontificia Universidad
Católica Madre y Maestra, (PUCAMAIMA), monseñor Agripino Núñez Collado, cuyas
dotes como genio empresarial de la Iglesia Católica nunca han sido debidamente
ponderadas, al menos en público, ni por admiradores, ni por adversarios. Y el
momento no puede ser más propicio para resarcir semejante injusticia.
Hace apenas unos días, el 23
de Mayo, el Aeropuerto del Cibao, S. A. dio a conocer que el monto de sus
ganancias, durante su último año fiscal, alcanzó los RD$ 357.46 millones, lo
que convierte a esa empresa en una de las más exitosas de los últimos tiempos
en la República Dominicana y a sus accionistas, en los felices recipientes de
un margen de beneficio ascendente al 40 por ciento del valor al que, por lo
menos algunos de ellos, compraron sus acciones.
Pero entre todos los dueños,
para ninguno, el Aeropuerto del Cibao ha resultado ser un negocio tan redondo,
como lo es para la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y para su
rector Agripino, que sólo en el 2004 debieron recibir beneficios ascendentes
RD$ 44 millones, 78 mil, 400 pesos, que es lo que les corresponde por la
posesión de 111 mil, 956 acciones de la empresa, con la extraordinaria
particularidad de no haber invertido un sólo centavo de su bolsillo en el
proyecto.
Es un milagro del que se debe
tomar nota, por si alguna vez hay que someter una solicitud de canonización de
este destacado personaje, que si no se ha dedicado exclusivamente a ensalzar el
nombre del Señor, es porque debe sacrificar su piadoso carácter, para
concentrarse en el terrenal desafío de llenar las arcas de los representantes
divinos, (incluyendo la propia), en el pequeño país del Trópico, azotado por la
corrupción, la escasa institucionalidad, la falta de transparencia en la
administración pública y en las empresas privadas, y el privilegiado acceso de
ciertas élites insaciables a los recursos de la nación a la que tienen quebrada.
Fórmula infalible para el
éxito económico
El secreto de los numerosos
éxitos de Agripino en sus iniciativas empresariales, es tan simple como
infalible: el gobierno pone la inversión, sacándola de las costillas del país y
la PUCAMAIMA y/o Agripino reciben los beneficios. Al menos eso es lo que ha ocurrido
en el caso del Aeropuerto del Cibao, que lejos de ser un hecho aislado,
corresponde a un recurrente patrón de creación y acumulación de patrimonios
privados.
En realidad, los casi 45
millones de pesos correspondientes a la PUCAMAIMA por las ganancias del año
2004 en el aeropuerto, debían estar ahora mismo en poder del Estado dominicano,
que fue quien hizo la inversión por la que la PUCMM y Agripino reciben los
dividendos
Las 111 mil, 956 acciones de
la PUCAMAIMA , que la colocan en el segundo lugar entre los mayores accionistas
de la empresa y hacen a esta universidad beneficiaria de suculentos ingresos,
fueron adquiridas a cambio de las tierras en las que está ubicado el
aeropuerto. Sin embargo, las tierras del aeropuerto no fueron compradas con dinero
de la PUCAMAIMA, sino con dinero del Estado dominicano. Según se registra, el
entonces presidente Joaquín Balaguer regaló los terrenos del aeropuerto a los
empresarios involucrados en esa empresa, quienes a su vez, los cedieron a la
PUCAMAIMA.
Como se trata de tejemanejes
que, a pesar de ser de interés público, se tratan de forma semiclandestina, no
se conocen los detalles del proceso mediante el cual los bienes públicos
acabaron en manos de la PUCAMAIMA. No se sabe a solicitud de quién Balaguer
regaló los terrenos propiedad del país a los empresarios, ni se ha establecido
qué tan espontánea fue la iniciativa de los desprendidos empresarios de
traspasar el regalo a la PUCAMAIMA.
De lo que sí tiene
constancias la República Dominicana, en pleno, es de que la capacidad de
cabildeos, presiones e influencias ejercidas por monseñor Agripino Núñez no se
han detenido nunca ante las puertas de ningún despacho.
Los empresarios entienden
perfectamente –porque sus múltiples y muy rentables experiencias así se lo han
demostrado– que ceder a Agripino, a la PUCAMAIMA y/o a la Iglesia Católica, una
parte del pastel sacado del Estado, los coloca en una posición de ventaja
excepcional para exigirle al gobierno dádivas, prebendas y subsidios que hay
que recortar al resto del país, porque los recursos existentes no dan para
saciar a los políticos, empresarios, religiosos y militares y al mismo tiempo
para atender las necesidades y urgencias de la población dominicana en términos
colectivos.
Las acciones del Baninter
Otro de los bienes públicos
que han ido a engrosar los patrimonios privados de un grupo de empresarios de
Santiago, la PUCAMAIMA y Agripino, son las acciones que el fraudulentamente
quebro Banco Intercontinental, (BANINTER), tenía en el Aeropuerto del Cibao.
El Gobierno dominicano,
entonces presidido por Hipólito Mejía, decidió asumir el pago de más de 55 mil,
millones de pesos que se habían evaporado entre las manos de los dueños y
principales directivos de BANINTER.
En esas circunstancias,
algunas de las propiedades de BANINTER pasaron al Estado dominicano, que se
supone debía resarcir con ellas, al menos parcialmente, la tremenda pérdida de
fondos públicos en la que incurría el gobierno, para tapar el hoyo financiero
de un banco privado.
Sin embargo, el gobierno cedió
las acciones de BANINTER que estaban en su poder, a los dueños del Aeropuerto
del Cibao, mediante una transacción cuyos primeros detalles precisos,
aparecieron hace apenas algunos días, en las memorias oficiales del año 2004,
del Aeropuerto del Cibao S. A.
En la página 36 de esas
memorias dice que “En el año 2004 fueron readquiridas 22 mil, 310 acciones del
Banco Intercontinental, S. A., por encima de su valor nominal. Este valor de
capital pagado en exceso fue de RD$17,690,000.00”.
El dato tiene un pequeño
error matemático y dos imprecisiones de mayor envergadura. El error matemático,
atribuible quizás a algún problema de la calculadora que usaron los dueños del
aeropuerto para cuadrar los números, consiste en que si se pagan
RD$17,690,000.00 por 22,310 acciones, cada acción sale por RD$793 pesos, es
decir, RD$207 pesos menos que el valor nominal de cada acción del aeropuerto,
que asciende a RD$1,000 pesos, según las propias memorias del aeropuerto
correspondientes al año 2003. O sea, no se compraron las acciones por encima de
su valor nominal, sino por debajo de él.
Eso conecta con la primera
imprecisión de envergadura. El valor nominal de las acciones de una empresa
casi nunca es sinónimo del valor real de la misma y mucho menos, si el margen
de beneficio anual es de un 40 por ciento del valor nominal de las acciones,
como en el caso del aeropuerto.
Así, aunque el valor nominal
de una acción del Aeropuerto Cibao sea de RD$1,000 pesos, eso no quiere decir
que alguien pueda comprar por RD$1,000 pesos ninguna acción de esa empresa. En
realidad, con RD$1,000 pesos, lo único que puede comprarse en el Aeropuerto
Cibao, son dos cafés, dos quipes y un llaverito de los que tienen la estampa de
la Virgen de La Altagracia enchapada entre dos pegotes de plástico.
El valor real de las acciones
del Aeropuerto Cibao lo determina el mercado, es decir, la relación entre
oferta y demanda. Ahora mismo, es muy difícil establecer a cuánto asciende el
valor real de las acciones del aeropuerto, porque para tener un número preciso
se necesitaría una transacción concreta, en la que se establezca, por cuánto
venderían los dueños y cuánto estarían dispuestos a pagar los adquirientes.
Los que escasean no son tanto
los que deseen comprar, sino los que quieran vender. ¿Quién querría desprenderse
de la copropiedad de una empresa tan exitosa en tan poco tiempo?
Muy pocas inversiones
financieras, comerciales o industriales de la República Dominicana están
dejando un margen de beneficio anual de un 40 por ciento sobre el valor nominal
de las acciones, así es que quienes disfrutan de tan promisoria situación, no
suelen tener interés, ni prisa, en salir de ella.
La excepción es el Estado
dominicano, que vendió las acciones de BANINTER, a RD$ 793 pesos, un precio que
se sabe ridículo no sólo con relación al valor real de las acciones, sino
inferior incluso al valor nominal de las mismas. No todo el mundo tiene la
suerte de encontrarse con esas gangas.
El negocio de capar perros
Esto es lo que lleva a la
segunda imprecisión de envergadura: ¿En qué fecha exacta se hizo ese
negocio de capar perros? Lo que las memorias oficiales del Aeropuerto del Cibao
dicen es que fue en el 2004, pero en ese año hubo un cambio de gobierno y no se
sabe con certeza quién le hizo este regalo de las acciones del BANINTER a
Agripino, la PUCAMAIMA y al grupo de empresarios de Santiago.
¿Fue el Presidente Leonel
Fernández, que también ha decidido hacer un espléndido aporte de 25 millones de
dólares al mismo grupo del aeropuerto, para que termine de construir con fondos
públicos, una clínica privada en Santiago?
¿O sería Hipólito Mejía? ¿Es
posible que el mismo presidente que decidió sacrificar al país para pagar la
deuda privada del hoyo de BANINTER haya optado al mismo tiempo por regalar lo
poco que se recuperó de ese naufragio?
Muchos, incluyendo algunos
accionistas del aeropuerto, aseguran que fue Hipólito. Esto supondría que
mientras el Cardenal (Su Eminencia Reverendísima Nicolás de Jesús López
Rodríguez, Arzobispo Primado de América), la Conferencia del Episcopado y algunos
curas denunciaban desde los púlpitos, con sobradas razones, la corrupción, la
irresponsabilidad y el desorden del gobierno de Mejía, por debajo de la mesa,
algunos jerarcas de la Iglesia Católica, en representación de ellos mismos y de
un grupo de empresarios santiaguenses, gestionaban y conseguían ante el Poder
la entrega de bienes públicos, aparte de diversos privilegios, regalos y
prebendas.
El Estado como sirviente
doméstico (dícese “chopo” en la lengua popular más despectiva)
También durante el gobierno
de Mejía y según consta en las memorias más recientes del aeropuerto, la
PUCAMAIMA, Agripino y los empresarios consiguieron la emisión de varios
decretos destinados al provecho de los dueños del aeropuerto.
Uno de ellos, es el Decreto
número 830-03 de fecha 22 de agosto del 2003, con el que se declaró de utilidad
pública “en interés social, la adquisición por el Estado Dominicano de varias
porciones de terrenos, propiedad de particulares ubicados frente a la terminal
del Aeropuerto”.
O sea, los dueños del
Aeropuerto del Cibao, (que son fundamentalmente, los dueños de la zona franca
de Santiago y la PUCAMAIMA), no querían mantener como vecinos a la gente común
que tenía propiedades en los alrededores de su empresa. Pero en vez de negociar
con esos propietarios y comprarles sus tierras a quienes quisieran vender, les
echaron el Estado encima, haciendo que este declarara los terrenos de utilidad
pública, obligando a los dueños a vender y además, adquiriendo las propiedades
¡con dinero del Gobierno!.
Una simpática curiosidad
sobre el funcionamiento de esta próspera empresa y de las condescendencias que
se gasta el quebrado sector público para ayudar al buen funcionamiento de la
exitosa empresa privada, es la cuenta por concepto de agua y basura que le ha
concedido Ayuntamiento de Santiago.
La tarifa por agua y basura
que paga cualquier familia de clase media en Santiago oscila entre 400 y 500
pesos al mes.
En el 2004, el Aeropuerto del
Cibao pagó 13,200 pesos al año por ese concepto.
Su tarifa mensual fue de
1,200 pesos en promedio, es decir lo mismo que pagarían por consumo de agua y
recogida de basura, tres familias comunes.
La diferencia es por el
Aeropuerto del Cibao en el 2004, pasaron, entrando o saliendo, más de 700 mil
personas, aparte del personal que trabaja permanentemente en esa empresa. No
hay forma de que la basura que generan pasajeros y empleados y el agua que
consumen, pueda equipararse a la basura que genera y al agua que gastan tres
simples familias dominicanas, cuyos miembros sumarían un total de unas 15
personas.
La clave de los éxitos
empresariales de Agripino y del grupo que se ampara bajo su acogedora sotana,
radica en que la vara con que se les mide a ellos, no es la misma vara con que
se mide al resto del país, y en que mientras a ellos se les sirve la comida con
una palangana, el resto del país tiene que resolver con la ración de un gotero.
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