Por Luis Amilkar Gómez.
El puerto de Manzanillo, es un puerto con una profundidad natural que funcionó por muchos años como punto de exportación de bananas por la compañía Granada Company.
Cuando se fue esa empresa de la zona al final de los años 60, el puerto murió ya que fue abandonado y así se encuentra hasta hoy.
De eso hace casi 50 años. Un grupo de empresarios de Santiago de los Caballeros ha tratado por mucho tiempo que el gobierno dominicano reconstruya esa terminal sin ningún éxito.
Los intereses de empresarios de los puertos de Haina y Puerto Plata siempre han estado opuestos.
Manzanillo es el puerto más cercano a los mercados de norteamérica y Europa. Los inversionistas extranjeros tampoco se interesaron en hacer un negocio de ese lugar.
Desde que República Dominicana estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China, ese país mostró gran interés en reparar el muelle y hacerlo funcional.
Se sabe que las negociaciones entre los dos gobiernos están adelantadas en ese sentido. Sin embargo, ahora Estados Unidos, que nunca mostró el más mínimo interés en el puerto, comenzó a torpedear la posible inversión China diciendo que pone en peligro la soberanía dominicana.
Pero, desde cuando le ha importado nuestra soberanía dominicana a Estados Unidos, si nos invadió en 1916 y en 1965.
Ahora entendemos que buscaba Míster Pompeo cuando asistió a la toma de posesión del nuevo presidente Luis Abinader.
En este momento se ve claro, el propósito de un crédito de unos 2 mil millones de dólares, que el gobierno del norte le otorgara al estado dominicano esta misma semana.
Definitivamente, tratan de parar y obstaculizar la inversión china en el país. Estados Unidos es el mayor mercado para los productos dominicanos y la fuente de la mayoría de las remesas que llegan a la nación.
Eso es un hecho. Negar esa importancia sería una necedad.
La soberanía es más importante que la economía.
Ahora las relaciones dominico-estadounidenses no deben atar ni poner en juego nuestra soberanía.
Dominicana tiene el derecho a hacer negocios con ambos y con quien le convenga, siempre basado en el respeto mutuo.
Quien sea, que trate de violar ese principio básico en las relaciones internacionales, está muy equivocado. Eso es tiempo pasado.
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