Todos los minerales que existen sobre la tierra tienen alguna utilidad y algunos, al paso del tiempo, se han tornado indispensables e irremplazables.
Por cualquier razón, algunos minerales han cautivado
la afición del mundo y ello ha llevado los precios hasta lo inalcanzable, como
es el caso de las joyas que usan el diamante, el platino, el oro y la plata,
entre otros; mientras tanto, hay un mineral que no tiene competencia, aunque
abunda copiosamente por todos los rincones del mundo y cada ser humano repara
en su inmenso valor sólo en el momento en que no lo encuentra. Es el caso del
agua. Esta es indispensable para mitigar la sed de los seres vivos del reino
animal y vegetal, para activar la generación de la energía hidráulica, para
suministro de agua potable, entre muchos otros usos.
Nuestro país tiene 97 ríos principales, 556 afluentes
secundarios y 1,197 afluentes terciarios.
Los primeros 97 ríos, con excepciones del Yaque del
Norte, Yuna, Nizao, Yaque del Sur y el San Juan, que tienen sus caudales
regulados con presas, vierten sus caudales al mar.
En nuestro país hay varios proyectos hidráulicos ya
estudiados que pueden traer riquezas a algunas regiones. Es tiempo de retomar
esas generosas fuentes que Dios nos proveyó para impulsar la paz social y el
crecimiento de nuestro país.
El suministro de agua para los diferentes usos dista
mucho de ser ideal. El crecimiento de la población aumenta la demanda del
líquido, pero las obras hidráulicas no alcanzan a abastecer la creciente
demanda de la población. Cuando la naturaleza definió el río Nizao, con caudal
de 20 metros cúbicos por segundo y una longitud de 133 kilómetros que recorren
de norte a sur las provincias de Ocoa y Peravia, Dios estaba completando la
obra que con anterioridad había creado, colocando unas 700,000 tareas planas en
la parte sur de Peravia, con una baja pluviometría en la zona que oscila entre
350 y 800 milímetros de lluvia por año, insuficientes para garantizar el éxito
de las cosechas.
Para ello era indispensable almacenar el agua del río
Nizao para irrigar, al menos, una buena parte de la citada llanura.
Cuando en 1968, a pedido del presidente Dr. Joaquín
Balaguer, vino al país una misión de la FAO para hacer un estudio de
zonificación de cultivos en todo el territorio nacional, esta determinó que “en
la provincia Peravia existía una franja de terreno de casi 700 mil tareas
planas de gran potencial para la producción agrícola, rica variabilidad
mineral, sol durante nueve meses al año y brisas salinas, que si se proveyera
aguas del río Nizao se podría producir un mango que competiría en sabor y
calidad con el mejor mango del mundo”.
Quería ello decir que si a todos esos atributos
naturales se le garantizara agua, podría convertir esta provincia en una fuente
inconmensurable de riquezas.
A partir de aquel informe de la FAO, el Dr. Balaguer
ordenó la construcción de la Presa de Valdesia, que estuvo lista en 1975, pero
algunos ingenieros de buena relación con el Presidente le persuadieron de que
el agua retenida en aquella presa debía servir primero a la demanda de agua
potable de la Capital y San Cristóbal y el sobrante para la agricultura
banileja.
El Dr. Balaguer lo autorizó y un año después, en 1976,
inauguró la represa que desde entonces ha estado enviando sin fallar unos 6.15
metros cúbicos de agua por segundo a la Capital y un metro cúbico a San
Cristóbal, equivalentes a unos 60 mil millones de galones de agua cada año, o
sea que en los últimos 48 años desde la Presa de Valdesia se han enviado al
Distrito Nacional y San Cristóbal aproximadamente 3 trillones de galones de
agua que han servido para aplacar las necesidades de los pobladores de esas dos
grandes ciudades. El Gran Santo Domingo tiene varias fuentes de agua
adicionales en su vecindad.
Pero resulta que, a unos 100 kilómetros de la Capital,
por detrás de Bonao, el río Yuna transita unos 37 metros cúbicos cada segundo y
un estudio, que ya tiene décadas de realizado, dispuso que la presa de Alto
Yuna, que se construiría a 384 metros sobre el nivel del mar, podría enviar por
gravedad 10 metros cúbicos a la Capital y una cantidad similar para cubrir la
demanda de agua potable de varias provincias del Cibao Central (La Vega,
Espaillat, Hermanas Mirabal y Duarte) y supliría la demanda para ampliar el
riego agrícola y acueductos de una parte de la región Nordeste del país.
De esta forma, la Presa de Valdesia solo enviaría un
metro cúbico de agua a San Cristóbal y el resto irá a cubrir la deuda histórica
con Peravia para completar la siembra de al menos 300mil tareas de mangos con
fines de exportación que harían de la República Dominicana uno de los mayores
productores de mangos del mundo.
El desarrollo del país descansa en gran manera sobre
el aprovechamiento racional de los recursos de agua y tierra. Lo cual exige un
reconocimiento de los procesos involucrados en la transformación del agua en la
naturaleza y en la producción de materia vegetal.
Aún está pendiente el aprovechamiento de los caudales
de los ríos Chavón y Soco, para saciar la sed de los habitantes y el suministro
de los centros turísticos de la región Este del país. Así como los caudales de
la región Atlántica, específicamente los ríos Yásica y Boba, y que sirvan para
potenciar el desarrollo del turismo y la agricultura en la Costa Ámbar y de las
poblaciones que en la región carecen de seguridad en el suministro de agua
potable. También están pendientes las obras hidráulicas que permitan aprovechar
al máximo las corrientes de los ríos Bao, Ámina y Guayubín en el Noroeste del
país, y la de los ríos Joca y Artibonito, en la región sur del país.
De todo lo anterior se desprende que los potenciadores
agroclimáticos son óptimos en el país y que solo falta aprovechar mejor los
recursos hídricos disponibles para impulsar la producción agrícola y para
convertir los recursos de tierra y agua en verdadera fuente de riqueza para el
país.
La instalación de más de 1,300 megas en Manzanillo, la
conversión de los liceos en politécnicos en todo el país, la consolidación y
ampliación de la infraestructura portuaria y turística, el renacimiento de las
Zonas Francas, la inversión extranjera, la ampliación de las exportaciones,
entre otros, son los componentes que dan seguridad a la expectativa de
crecimiento del producto bruto nacional y en consecuencia el ingreso per cápita
que nos anuncia el Fondo Monetario Internacional para los próximos años. A todo
ello le viene como anillo al dedo añadir un plan indetenible de retención de
aguas en presas que posibiliten la irrigación de llanuras para impulsar la
producción y reforzar el suministro de agua potable y la generación
hidroeléctrica en varias regiones del país.
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