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Palacio de Justicia: Misterio y dolor envuelven el destino del recluso Álvaro en Santiago.

Familiares de hombre que se suicidó en la cárcel llevan su cuerpo en el ataúd al Palacio de Justicia.

Con la fuerza de un clamor ancestral, multitud llevó el ataúd de Álvaro Francisco de la Rosa Paulino al Palacio de Justicia, exigiendo verdad y justicia sobre su misteriosa muerte. 

  

Por: Valentina García y Marcelo Peralta

 

Santiago, R.D.-El jueves brumoso Santiago se despertó al sonido de un lamento colectivo.


Era el "run run" de la muerte de un hombre con deficiencias mentales al que acusaban de supuesto, violar una niña de diez años.


Álvaro Francisco de la Rosa Paulino, hallado ahorcado con un cordón de sus zapatos en la "carcelita" del palacio de justicia.

 

Río interminable de almas, multitud abrió paso por las calles, llevando en sus hombros el ataúd de Álvaro Francisco de la Rosa Paulino, cuyo destino trágico había sido sellado en las sombras de la cárcel preventiva del Palacio de Justicia Federico C. Álvarez.

 

El féretro flotaba sobre un mar de manos y corazones dolidos, mientras un eco antiguo resonaba en cada esquina: "Queremos Justicia".

 

Familiares con rostros tallados por desolación, desafiaban la versión oficial con la certeza de oráculos.

 

"No fue suicidio," proclamaban voces teñidas de dolor. “Fue asesinado."


La multitud, envuelta en el manto invisible de la verdad, exigía al Ministerio Público investigar hasta que penetrara las tinieblas de la muerte del recluso.

 

Anhelan responsables fueran desenmascarados y castigados, que la verdad no se disolviera en el océano de la indiferencia. 

 

Había sido llevado a la cárcel apenas tres días antes, acusado de un crimen atroz: “violación de una niña de diez años”.

 

Parientes, sin embargo, insistían en su inocencia, clamando las acusaciones eran falsedades tejidas por la malevolencia.

 

Describían era hombre frágil, mente asediada por tormentas de enfermedad mental.

 

Las palabras oficiales, intentaban dar sentido al hallazgo del cuerpo colgando en su celda, parecían desvanecerse en el aire cargado de la sala del tribunal.

 

Cada frase era recibida con un escepticismo profundo.

 

Seres queridos, atrapados en el dolor y la incredulidad, no podían concebir que su familiar hubiera optado por un final tan oscuro.


La procesión avanzaba hacia las entrañas del palacio de justicia, no solo por Álvaro Francisco, sino por aquellos cuyas voces habían sido silenciadas por la injusticia.

 

Cada paso resonaba como un grito, gotas de lágrimas eran ríos que fluía hacia el mar del recuerdo y la justicia.

 

En el Palacio de Justicia, un halo de misterio envolvía el edificio, sus paredes susurraban las historias no contadas de innumerables almas perdidas.

 

Bajo el cielo ardiente de Santiago, el ataúd de Álvaro Francisco de la Rosa Paulino se convirtió en un símbolo de lucha incesante.

 

Aviso de que la justicia, aunque esquiva, debe ser perseguida con la ferviente determinación de quienes se niegan a olvidar.


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