Ha llegado a la República Dominicana la novela “En agosto nos
vemos” , escrita y desestimada por Gabriel García Márquez. Ha salido flanqueada por una superpromoción, en todos los ámbitos de habla
hispana. Contra la voluntad del autor, la editaron sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García, quienes
vieron en la obra lo que García Márquez no vio.
Algunos trucos editoriales, con notas, prólogos y apéndices,
tratan de solventar la brevedad del texto, compuesto de seis narraciones con
técnica de cuento que guardan unidad entre
sí porque su personaje casi único, Ana Magdalena Bach, protagoniza cada
historia, las cuales guardan un hilo común. Esto le da categoría de novela.
La publicación arrastra ligerezas. Necesito comentar la más
simple de ellas, contenida en los datos biográficos de GGM. Lo primero que
asombra es que se le mencione como novelista, cuentista, ensayista y crítico de
cine, pero se ignore que fuera periodista, que lo fue y muy bueno. Fue su modo
de ganarse la vida.
¿De dónde sacan los editores que GGM fuera ensayista? Le
quitan una cosa y le dan otra. Me viene al recuerdo una idea aprendida de mi
padre: “Cuando se le quiere dar a
uno es como cuando
se le quiere quitar”. Los humanos solemos exaltar a unos y reducir a
otros. Incluso, a una persona se le
reconoce un mérito y se le restan otros.
Las biografías, como auxiliares de la historia, han de ser
objetivas, pero los autores se permiten juicios y apreciaciones. En el caso de
García Márquez han escrito que “Entre sus novelas más importantes figuran…” y
mencionan hasta “Relato de un náufrago…”, que es una serie de reportajes
periodísticos y no mencionan “El Otoño del Patriarca”.
El “Otoño del Patriarca” no es obra para el gusto popular,
como “El amor en los tiempos del cólera”, pero sí cuenta con alta valoración de
críticos y especialistas. Es una obra compleja, con la que el autor colombiano quiso superar a Cien años de soledad. Me
pregunto, ¿tiene el biógrafo derecho a mostrar sus preferencias como verdades
aceptadas?
Más importante no es lo mismo
que más vendida o conocida. Si a gusto fuéramos, yo no incluiría a “El
general en su laberinto” entre las novelas
más importantes de GGM, pues al leerla me lució aburrida y de
composición forzada. Se trata de la vida del general Bolívar. El apego a la
realidad objetiva resta vuelo creativo al novelista. Eso se nota.
La obra está escrita en estilo relajado y alegre, a cualquier
lector interesará conocer de las aventuras sexuales de Ana Magdalena cuando
viaja cada 16 de agosto a una isla
adyacente a la ciudad donde vive para llevar flores a la tumba de su madre.
Está presente el estilo GGM hasta en el uso del muy suyo adjetivo enorme:
enorme cama, desgano enorme. Se venderá, eso sí, porque mucha gente quiere a
Gabriel García Márquez.
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