Por Néstor Estévez
“Quien no sabe pa’ donde va, ya llegó”. Así reza una
expresión relativamente nueva.
Se trata de una frase que se corresponde con esa corriente
que intenta cambiarlo todo, muchas veces disfrazándose de creatividad y hasta
apelando a cierta “gracia”, pero con el firme propósito de que esos “cambios”
no vayan a tocar ciertos espacios.
En la inmensa mayoría de los casos, de manera creciente,
esa corriente logra su propósito con el simple hecho de mantenernos lo
suficientemente distraídos como para desviarnos de lo esencial.
La acción no es algo aislado. Para alguien distraído, el
desvío de lo esencial está prácticamente asegurado. Pero a quien logre atinar,
con por lo menos algunos momentos de orientación, se le aplica la enorme
dificultad para articular posibles esfuerzos orientados a superar la penosa
etapa del viaje hacia la nada. El resto consiste en promover salidas
particulares a situaciones generales o simplemente en alimentar frustraciones.
Aunque la frase parezca nueva, el tema ha sido abordado
desde hace mucho tiempo. Un filósofo que muchos prefieren considerar español,
aunque España no existía cuando él nació, ha planteado que “No hay viento
favorable para el que no sabe dónde va”.
Ese es el enfoque de Lucio Anneo Séneca, filósofo
hispanorromano, nacido en la provincia Bética, del Imperio Romano, ubicada en
donde ahora está España, específicamente en Córdoba, ciudad que fuera uno de
los principales centros islámicos de la Edad Media.
Mucho más reciente, un destacadísimo filósofo alemán que
vivió entre finales del siglo XVIII y más de la mitad del XIX, a quien se le
atribuye una frase similar, ha expresado que “El destino es el que baraja las
cartas, pero nosotros somos quienes las jugamos”.
En esa frase es evidente la incitación de Arthur
Schopenhauer a tomar en nuestras manos las riendas del avance, para lo que
resultan determinantes claridad y determinación. Vale recordar que, además de
referir su fino sentido del humor y su labor como conector con filosofías
orientales, de este pensador se destaca su admiración por Platón y Kant, además
de su incidencia en filósofos como Federico Nietzsche.
Pero volvamos a esa especie de tarea colectiva a la que
nadie, o muy poca gente, parece en disposición de asumir. ¿Qué está pasando con
la orientación? ¿Qué está pasando con el rumbo? Hagamos esas preguntas a partir
de todos los mensajes que, buscándolos o sin buscarlos, recibimos de manera
cotidiana.
Hace poco se decía que la familia es la primera escuela.
Con ello, lógicamente, se hacía alusión al hecho cierto de que un infante
promedio pasaba unas cuatro horas en el centro educativo y todas las otras en el
seno familiar.
Pero recordemos que la interacción en el núcleo familiar
es cada vez menor. Recordemos que, justificado en lo laboral, se procura que
“la escuela” comience lo antes posible. Recordemos que, en la inmensa mayoría
de los casos, al regreso del centro educativo se interactúa, si no con alguno
de los múltiples dispositivos electrónicos, con quien “ayuda en la casa”, quien
también suele sentir su necesidad de “soltar un poco de esa carga”.
Eso ha de llevarnos a otras preguntas. ¿Con quiénes interactúan
las nuevas generaciones? ¿De quiénes reciben las más fuertes influencias?
¿Quiénes son sus referentes? ¿Qué pasa con los valores? ¿Facilita eso la
orientación o quizás llega al extremo de imposibilitarla?
Hay quienes hablan de “una generación perdida”. De hecho,
un informe educativo del Banco Mundial da cuenta de que “en 2022, al término de
la pandemia, el 79 % de los niños latinoamericanos de más de 10 años no puede
leer ni escribir correctamente un texto simple”.
Por supuesto, Covid solo ha servido para hacer más
evidente y seria esa realidad. Como se ha de recordar, en 2019, antes de los
cierres escolares por la pandemia, el propio Banco Mundial había estimado que
esa cifra era de 52%.
Y si eso es para leer o escribir, ¿cuál será la cifra
cuando de pensar claro se trata?
Evidentemente, sea con apoyo en Séneca o Schopenhauer, y
hasta en quien se haya hecho el gracioso, variando el final, cada vez es más
urgente entender el significado y las consecuencias de la expresión: “Quien no
sabe pa’ donde va, ya llegó”.
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