El gobierno debe intervenir ante la masiva migración haitiana por bien de la paz social, la democracia y el porvenir de las generaciones.
Por Marcelo Peralta.
Santiago, R.D.- Pese a los 90
días otorgados por el presidente Luis Abinader, que concluyó el 28 de diciembre
2021, siguen vigentes los patrones de movilidad en masa de haitianos por la
zona fronteriza hacia República Dominicana.
El mandatario, anunció nuevas
medidas para cambiar las condiciones migratorias y económicas a partir de la
fecha señalada, mientras se observa un mayor flujo migratorio.
La migración haitiana refleja
historias desgarradoras contra este país, en lo político, cultural, que obliga al
gobierno dominicano plantear desafíos y retos, sin que se derive consecuencias
por intromisión de entidades, fundaciones, organismos nacionales, internacionales,
políticos, militares, empresarios que se “alimentan del negocio de tráfico de
haitianos”.
Los pueblos, zonas rurales, campos
empresariales, barrios, urbanizaciones están llenas de haitianos, en que el
mundo, rechaza la presencia de las etnias.
La prioridad del
gobierno de Luis Abinader en el año 2022 debe ser sacar a los millones de
indocumentados de aquí, por bien de las generaciones porvenir y el sistema
democrático.
Desde ahora en adelante, los
sistemas políticos, empresariales, económicos si quieren tener una sociedad
sólida, debe cooperar para sacar a los haitianos.
Es tiempo de que el gobierno
de Luis Abinader, se enfoque en la inmigración haitiana por el bienestar de la
República Dominicana, porque “estamos perdiendo la esencia por la que luchó
Juan Pablo Duarte.
Esa medida debe ir de las
manos con la lucha que libra el ministerio Público contra quienes se roban el
dinero de los dominicanos en el desempeño de cargos en la administración.
A este gobierno le esperan desafíos
de administrar la migración con rapidez, debido a que ha crecido vertiginosamente
en las últimas décadas en que más haitianos se trasladan a este país sin
control.
Las acciones deben ejecutarse,
aunque tenga que enfrascarse a sectores foráneas que viven de la mafia del
tráfico de haitianos.
En esa virtud que el mundo
cambió y este país es de los “dominicanos y de nadie más”.
La presencia masiva de
haitianos causa daños irreversibles, aunque trabajan en construcción, plantaciones
agrícolas, no obstante, su presencia afecta áreas económicas, sociales y
ambientales.
Los haitianos realizan
labores agrícolas y económicas por debajo de lo estipulado en el Código de
Trabajo, desplazando a dominicanos.
En lo social, al importar
transculturación, dañan el idioma español lengua original de la República
Dominicana.
Respecto a lo ambiental, destruyen
los recursos naturales para elaborar carbón que exportan a otras naciones cercanas.
Cortan árboles de las
especies “guaconejo y naranja aria nuevas”, que exportan a Francia para elaborar
perfume de alta gama, que procesado vende a celebridades mundiales.
Aunque de otras naciones existen
de indocumentados, sin embargo, los que más laceran las cuestiones en República
Dominicana son haitianos, que roban, asesinan violan, invaden; hay que darle
camas en los hospitales, asientos en centros educativos.
Debido a antagonismo de políticos,
empresarios, militares, religiosos, “traidores enquistados en medios de
comunicación”, que son enemigos de los ideales del patricio Juan Pablo Duarte,
confabulados por las redes de traficantes de humanos, permiten la entrada de
millares de indocumentados.
Aquí, con influencia de religiosos,
políticos, organismos nacionales e internacionales, afines con la migración
haitiana, hay que permitirle “groserías”, costumbres transculturales arrastradas
desde su pútrido y famélico territorio.
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