Néstor Estévez - periodista
POR: NÉSTOR ESTÉVEZ –
Periodista Reside en Santo Domingo.
Si buscamos bien, gran parte
de lo que logramos en nuestras vidas tiene soporte en lo inspirado por al menos
uno de nuestros maestros.
La labor docente implica
desde entender ciertas influencias del hogar o del entorno, trabajar con
condiciones que muchos no logran ni siquiera detectar y hasta desconectar
situaciones del entorno personal, siempre con tal de garantizar el más adecuado
ambiente para pulir el talento de seres humanos que necesitan aprender.
Si nos vamos a la Grecia
antigua encontraremos que Aristóteles, con todo y aportarnos su liceo, además
de abrir las posibilidades para que hoy apliquemos lógica, lo hizo luego de
viajar desde Estagira hasta Atenas, para tomar de la fuente de Platón, quien
había hecho algo similar con Sócrates.
Si revisamos el proceso
emancipador de nuestro continente encontraremos que Simón Bolívar, a quien se
considera el americano más importante del siglo XIX, quien viviendo solo 47
años liberó cinco naciones, con hazañas que superan a Napoleón, Aníbal y
Alejandro Magno, debe gran parte de sus logros al maestro Simón Rodríguez.
En nuestro país encontraremos
que los llamados “hijos de Machepa”, quienes aprovecharon la misa de aquel 16
de julio para reunirse y formar la sociedad secreta La Trinitaria, que luego
hizo posible el nacimiento de lo que hoy tenemos como República Dominicana,
tomaron de la fuente del padre Gaspar Hernández.
Visto así, Sócrates, Simón
Rodríguez y Gaspar Hernández, entre otros muchos, iniciaron labores que hoy
continúan en una expansión que incide y posibilita que entendamos, adaptemos y
repliquemos lo que hemos recibido y no sabemos hasta dónde habrá de llegar.
El tiempo sigue pasando. Las
circunstancias siguen cambiando. Quien no aprende, como quien aprende y olvida,
se ve en la necesidad de repetir los errores de otros. Esa realidad ha de
plantear serios retos para esa labor que despierta y genera cambios que
repercuten en los individuos y en las sociedades.
Ahora, cuando toda la
humanidad tiene que afrontar el gran reto que representa vivir en un mundo con
acelerado agotamiento de los recursos naturales, cuando se precisa de nuevas
formas de relaciones con el entorno, cuando se ha vuelto impostergable aplicar
nuevos modelos de desarrollo, solo el conocimiento bien gestionado garantizará
ruta adecuada para avanzar.
Ahora, cuando existe tanta
información, falsa o verdadera, pero sobre todo disfrazada, al alcance de
cualquiera, precisamos de un saber que sirva para gestionar mensajes. Ahora,
cuando vivimos tiempos en que da la impresión de que abundan las respuestas y
faltan tantas preguntas, sobre todo las fundamentales, más que acumular hace
falta aprender a priorizar las informaciones en función de su valor de uso.
Ahora, cuando se precisa de
conocimiento orientado al desarrollo de las competencias de cada persona, donde
su desempeño permita utilizar los recursos existentes, materiales y
tecnológicos, físicos e intelectuales, cognitivos y emocionales de manera
óptima y racional, como vía para conocer, interpretar y transformar la
realidad, la labor orientadora ha pasado a operar en nuevos contextos.
Hoy vivimos en la denominada
sociedad del conocimiento. Hoy necesitamos integrar tecnologías de relaciones,
informaciones y comunicaciones a una labor que durante mucho tiempo se centró
en un ejercicio depositario de quien tenía para dar y lo hacía ante quienes
carecían de medios y de contenidos.
Hoy necesitamos de prácticas
docentes que retomen los aportes de las ciencias, la tecnología y la
humanística, del conocimiento en general, reconociendo, respetando y atendiendo
la diversidad en el aula para poder impulsar una democracia participativa,
respetando la diversidad y también la individualidad.
Hoy se impone combinar
destrezas, conocimientos, aptitudes y actitudes, de manera que se rebase el
simple “saber cómo” y se posibilite que el educando pueda generar un capital
cultural o desarrollo personal, un capital social orientado a la participación
ciudadana, y un capital humano o capacidad para ser productivo.
Necesitamos personas que,
además de manejar saberes (conocimientos), tengan bajo su control sus
interacciones sociales, sus emociones y sentimientos, así como sus actividades
y, además, sean capaces de reconocer, interpretar y aceptar las emociones y
sentimientos de los demás.
Los cambios imponen que el
educando ocupe el centro de las acciones formativas. Eso conlleva tener pleno
entendimiento de las implicaciones de una labor que ha de centrarse en pulir
las capacidades de los seres humanos para aprender a entender, a ser, a hacer y
a convivir. Muchas cosas han cambiado, pero el futuro de la sociedad sigue en
sus manos, profe.
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