25 may 2021

La lealtad, dañada por los farsantes.

 

Por: Ramón Antonio Veras.
 
I.- Mamá me hizo de una sola pieza
1.-Mi madre no solamente me parió, sino que también me educó para que mis actuaciones estuvieran ajustadas a mi crianza. Ella quiso hacer de mí una persona  libre de  ideas preconcebidas, porque son las que impiden los juicios libres.
 
2.- Por llevar una existencia como la deseó  mamá, al instruirme en lo que consideró debía de ser un hombre sin taras, no tengo espacio en mi cerebro para pensar en dañar a otro.
 
3.- Mantener a mamá como guía mental, me ha llevado a estar al margen de aquellas formas nocivas de actuar que contaminan el medio social.
 
4.- Creo en la sinceridad como algo inherente a mi propia existencia; no la acepto fuera de mí; el fingimiento lo detesto. El sentimiento de cariño hacia otro lo vivo intensamente, sin reserva de ninguna clase.
 
5.- Porque provengo de un hogar dirigido y formado por una mujer de una sola pieza, me desarrollé como un ser humano que no sabe hacer traición. El quebrantamiento de la fidelidad no está en mí.
 
6.- Asimilar las orientaciones de mi progenitora, me motivan a comportarme plenamente fiel a quién le doy  testimonio de amistad. He hecho de la fidelidad una norma de vida. La debida franqueza la tengo como línea a seguir.
 
7.- Creo que la nitidez  ha de ser la esencia misma de aquellos que deciden ser amigos o amigas. Debe estar presente  la transparencia entre  quienes se unen basándose en el afecto mutuo.
 
8.- Al tener de por medio al amigo o a la amiga que cree en mi amistad, me convierto en su otro yo. Me creo ser la prolongación de la persona de aquellos a quienes hago saber que tienen en mi a un auténtico aliado incondicional.
 
9.- Al entregarme al amigo procedo con pensamiento pausado, para nunca arrepentirme  de la adhesión que le profeso a quién he escogido como aliado fiel. No hay tacha de ninguna clase en los nexos que tienen origen perfecto.
 
II.-  Compartiendo con desleales
 
10.- Aunque me he preocupado para que aquellos con los que me relaciono y gozan de mi estima,  desarrollen la lealtad hasta su más alto grado, en general no he logrado mi objetivo.
 
11.- No ha fructificado mi deseo de encontrar equilibrio, entre mi entrega en la fidelidad que practico, y la deslealtad de  que he sido víctima. Al parecer han pesado más en los traidores las taras sociales, que las demostraciones de afectos que de mi parte  han recibido.
 
12.- La realidad de la vida me ha demostrado que he procedido de manera ingenua, ante personas que simulan sentimientos y opiniones que no tienen. Farsantear es cultivado por individuos a quienes creía llenos de franqueza.
 
13.- En el ambiente nacional dominicano está resultando algo complicado encontrase con el ente social  digno de fiar. Algunos a los cuales creía merecían mi incondicional confianza, me han resultado totalmente innobles, falsos de cuerpo y alma.
 
14.- Lo que me está diciendo  el diario vivir es que debo estar condicionado para no impresionarme por las deslealtades de que sea víctima, por personas a las cuales tenía en condición de amigos. Nada me debe extrañar, porque el medio daña hasta a los más puros de sentimientos.
 
15.- Hay que mantenerse lo más extremado vigilante posible porque, de un momento a otro comprobamos que aquel a quien creíamos nuestro más fiel amigo, hizo causa común con un venenoso murmurador. Es un perverso artero aquel a quien creía tu aliado fiel, pero compartió con tu adversario gratuito que se prestó a difamarte.
 
16.- La acción ruin la considero ejecutada por personas despreciables, indignas de tener como su amigo a quienes sobra dignidad. Aquellos  que no saben fingir afectos, no deben tener ningún vínculo con los farsantes.
 
17.- Aquel que bien te conoce y se había identificado como tu amigo, no es leal si hace complicidad con quien lanza habladurías con el único objetivo de dañarte. Se confabula con el malvado, el que dice es tu cofrade, y hace  mutis, en lugar de salir en tu defensa.
 
III.- Ante la presencia de desleales, querer a los sinceros
 
18.-  A un hombre o a una mujer de bien le resulta sumamente molesto  mantener sinceras relaciones de amistad, allí donde el falaz abunda y se distingue al artificioso; impera la capciosidad;  el impostor es alabado, la insidia se considera virtuosa. Y el dolo se ha aceptado como igual a la autenticidad.
 
19.- Si el ser humano  está   formado para estar contento, jubiloso, de buen humor, debe preocuparse para escoger como amigos a personas que motiven permanecer radiantes, como son aquellas que viven para alegrarnos con sus nobles actuaciones.
 
20.- Al establecer relaciones de amistad con una persona, hay que estar preparado para esperar momentos de sana comunicación, pero también para ser objeto de vileza y las peores mezquindades.  Nadie está libre de llegar a estar compartiendo con quien abraza la bajeza.
 
21.- Cada día que transcurre debe convertirse en espacio de tiempo que nos permita asimilar las experiencias y, en  particular, aprender a reunir y bien guardar lo que nos ha ocurrido con aquellas  personas que ocupaban en nuestra vida un lugar distinguido de confianza, pero con ellas  terminamos desilusionados, cargados de desengaños.
 
22.- Ante tantos y tantos desleales, lo que nos dice el diario vivir  es que a los amigos leales hay que  mantenerlos elevados; fijos en nuestros corazones;  con permanente demostración de cariño. No  debemos, jamás, infravalorar, ni  frivolizar el afecto que merece aquel que ha demostrado ser puro en los vínculos de amistad.
 
23.-  Debemos proceder a escoger con sumo cuidado a los amigos, para no ser víctima de los farsantes; ser minucioso a la hora de depositar confianza. Ser escrupuloso nos libera de tratar a los simuladores. Nada de actuar  a la ligera para evitar pasar por momentos amargos ante la perversidad de un traidor.
 
24.- Son muchas las situaciones anímicas que generan en las personas los actos de deslealtad, comenzando por las frustraciones, y terminando con los desengaños que se mantendrán en la conciencia como un sello de desesperanza.
 
25.- Porque nadie se prepara para sentirse desalentado, la deslealtad golpea anímicamente hasta al más insensible. El   disgusto generado por la falsía, además de contrariarnos y causamos sinsabores, nos lleva al abatimiento, hundiendo el deseo de proceder de buena gana, de estar a gusto.
 
26.- Cuando descubrimos la actitud del desleal, es entonces cuando más debemos fortalecernos con absoluta inclinación hacia ese amigo que se ha mantenido fiel, y es el que se  hace merecedor de nuestra  completa bienquerencia.


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