
La última vez que Mary
Jayaseelan habló con su esposo Rajesh, estaban a punto de conectarlo a un
ventilador en una sala de emergencias para enfermos de covid-19.
Rajesh estaba en el
Hospital Northwick Park de Londres, la ciudad en la que trabajaba como
conductor de Uber durante la mayor parte del año.
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“Había estado
viviendo en Londres de forma intermitente durante 22 años, y volvía a India
durante varios meses seguidos”, dice Mary.
“Le
encantaba la ciudad. Siempre me hablaba de lo hermosa que era y tan limpia.
Nunca he estado en Londres, así que él me la describía”.
Eran muy felices, dice.
Rajesh
amaba a su esposa y jugar con sus dos hijos, de seis y cuatro años. Cuando no
estaba en India, mantenían videoconferencias a diario.
Era una
“persona humilde y gentil”, agrega su amigo cercano Sunil Kumar.
Sunil y
Rajesh se conocieron en 2011. Ambos eran de Bangalore, por lo que amigos en
común los pusieron en contacto cuando Sunil se mudó a Reino Unido.
Se
ayudaban mutuamente a navegar por los diversos sistemas burocráticos
británicos, se prestaban pequeñas cantidades de dinero cuando era necesario, y
Sunil y su esposa invitaban a Rajesh a comer a su casa en Hertfordshire,
enviándolo de vuelta con deliciosa comida del sur de la India para varios días.
Aunque
Rajesh amaba Londres, no planeaba quedarse para siempre: quería volver a estar
con su familia en India.
Alquilar su casa en Hulimavu fue relativamente costoso, por lo que durante su
última estadía en Bangalore, a fines de 2019, él y su esposa obtuvieron un
préstamo y compraron un terreno para construir su propia vivienda.
Pensaron
que el préstamo no sería un problema: Rajesh volvería a Londres y ahorraría el
dinero suficiente para pagarlo.
La siguiente vez que viajara a Bangalore, le
dijo a su esposa, sería para quedarse.
El mapa
que muestra el número de infectados, muertos y recuperados en el mundo por el
nuevo coronavirus,
Aunque el virus había llegado a país, Rajesh no estaba demasiado preocupado.
Las
tiendas y restaurantes todavía estaban abiertos, la gente seguía yendo al
trabajo y saliendo después. Para todos, incluidos los conductores de Uber, la
vida continuó como siempre.
El 23 de
marzo el primer ministro, Boris Johnson anunció un cierre nacional que duraría
inicialmente tres semanas.
Al igual
que muchos conductores de Uber, Rajesh continuó trabajando al principio, pero
rápidamente desarrolló síntomas parecidos a la gripe y tuvo que dejar de
hacerlo.
Su último trabajo fue el 25 de
marzo: un viaje al aeropuerto de Heathrow.
Sus síntomas empeoraron mucho
y fue ingresado con deshidratación.
En el hospital le hicieron la
prueba del coronavirus. Dio positivo.
“El
propietario le pidió a Rajesh que saliera a buscar algo y cuando regresó había
cambiado las cerraduras, por lo que no pudo entrar”, dice Mary.
“Trató de
llamar a la puerta y pedirle al arrendador que hablaran, pero no abrió la
puerta”.
Sin otro
lugar adonde ir, Rajesh se vio obligado a dormir en su automóvil durante varias
noches.
“No tenía
comida, absolutamente nada que comer”, dice Mary. En este
punto llamó a su amigo Sunil para pedirle su consejo.
“Esa fue
la última llamada que me hizo”, dice este.
"No entró en detalles sobre lo que
le estaba sucediendo, pero debido a que yo trabajo en el Servicio Nacional de
Salud (NHS), me hacía preguntas como ‘¿Qué tan seguros estamos?’, ‘¿Es mejor
volver a India?
“Me
preguntó si conocía alguna ruta, si había alguna forma posible de hacerlo:
quería ir a India y estar con su familia. Pero para ese entonces también había
un un cierre total en India”.
Sunil le dijo que lo mejor era quedarse en casa, no trabajar, y buscar ayuda
financiera para los trabajadores autónomos que el gobierno acababa de anunciar,
o la asistencia de 14 días ofrecida por Uber.
Rajesh
estuvo de acuerdo y explicó que necesitaba encontrar un nuevo lugar para vivir,
porque su propietario le dijo que era de alto riesgo. Pero, dice Sunil, no le
dijo que ya lo había echado de casa: “Puede que se sintiera avergonzado por
ello”.
Tras
conversar con su amigo, Rajesh volvió a llamar a su arrendador para rogarle que
lo dejara quedarse. No hubo respuesta.
Después
de días de búsqueda, finalmente encontró otra habitación en una casa compartida
en Harrow.
El nuevo
propietario le hizo pagar por adelantado £4.000 (unos US$5.000), un dinero que
no tenía, y Mary dice que tuvo que pedir prestado.
Una vez
que Rajesh volvió a conseguir donde vivir, no quiso arriesgarse a ser
desalojado nuevamente.
Se
escondió y evitó el contacto con su nuevo propietario y todos los demás
inquilinos, sin siquiera atreverse a cocinar.
Su salud
empeoraba con cada día que pasaba. La única interacción social que tenía eran
las llamadas diarias con su esposa.
Fue
durante una de estas conversaciones telefónica que Mary notó que estaba
respirando con dificultad.
“Resollaba
mucho en esa habitación y cada día empeoraba”, dice ella.
“Una
noche le dije que fuera al hospital. No quería llamar a una ambulancia, por si
los vecinos se enteraban de que estaba enfermo y volvían a desalojarlo”.
Rajesh
condujo hasta el hospital, a pesar de que se quedaba sin aliento. Cuando llegó
le diagnosticaron neumonía.
“A la
mañana siguiente me llamó desde el hospital. Era una videollamada, y cuando los
niños lo vieron comenzaron a llorar por lo enfermo que estaba”, dice Mary.
“Apagó su
video y me dijo que no quería que lo recordaran tan mal”. Hablarían solo unas
pocas veces más.
El 11 de abril, los médicos que lo cuidaban llamaron a Mary y le explicaron que
Rajesh estaba crítico y que no esperaban que mejorara.
Organizaron
una videollamada para que ella y los niños lo vieran por última vez. Estaba
inconsciente.
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