
Escarmentar a los traidores
RAFAEL
PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com
El
pensamiento de Juan Pablo Duarte, padre fundador de la República Dominicana,
está repleto de sabiduría y buen sentido. Su visión sobre la conducción de los asuntos públicos, y en consecuencia de la
práctica política, preserva plena vigencia para los tiempos actuales, si
queremos adecentar el ejercicio político.
En la columna
de la semana pasada comentamos este
asunto, centrado en la sentencia duartiana que reza: “Mientras no se
escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos
serán víctimas de sus maquinaciones”. En el desacato a esa advertencia está la
razón principal de nuestros males.
Duarte vivió
en el siglo XIX, cuando la traición consistía en conspirar contra la
Independencia o en la apetecida enajenación de una porción del territorio nacional. Traidores
son hoy –de menor cuantía- los que
venden su voto o alquilan a la “facción
miserable” su cédula de identidad el día de las elecciones.
Estos
infelices se despojan de su dignidad con la acción de vender el voto por unos
pesos que les sirve para malcomer un día o para tomarse unos tragos de ron. Es
obvio que más traidores son quienes maniobran para restar valía a esa pobre gente. Esos son traidores de mayor cuantía, saben lo que
hacen, aunque no los avergüence.
Tenemos la
democracia como el sistema de gobierno preferido de todos. Desde la fundación de la República, en 1844,
nuestra Constitución declara que el Gobierno “será republicano, democrático y
representativo”. De ahí que sean traidores quienes manipulan y alteran resultados electorales a fin de permanecer en
posiciones que usurpan para servirse.
Son traidores
los árbitros que permanecen indiferentes ante delitos electorales, como desplegar
propaganda a destiempo y exhibir conducta inadecuada en los recintos de votación, que se traducen, en muchos casos, en vulneración de la voluntad
de los votantes. Constituye traición a la democracia y a la paz ciudadana.
Quien
traiciona la democracia traiciona a la patria y a ese pueblo “que desea vivir feliz y tranquilo”,
como apuntaba Duarte. La “facción miserable” se vale de los recursos y
facilidades que proporciona la democracia para el logro de sus fines perversos.
Mientras no haya escarmiento para ellos seguiremos siendo víctimas de sus
horrendas maquinaciones.
Son traidores
fiscales y jueces que impiden el adecuado funcionamiento de la justicia,
siendo precisamente su función la de
administrar justicia. El escarmiento a los traidores es requisito fundamental para la buena marcha de la nación. Prestemos la debida atención a las sabias enseñanzas de Juan Pablo Duarte. Son para hoy.
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