A
manera de explicación.
1.-
Con el transcurrir de los años, por la acumulación de vivencias, el ser humano
asimila toda una serie de hechos que llegan a motivar su forma de ser. Por
ejemplo, me he dado cuenta que últimamente, para escribir con respecto a un
determinado tema subyace en el fondo de mi alma alguna causa que lo genera.
2.-
Toda una serie de características están unidas a la persona, dependiendo la
organización social que ha determinado su conducta. La individualidad y el
carácter de cada quien lo lleva a manifestarse en una u otra forma, lo que, al
final, permite ubicar su idiosincrasia.
3.-
El aislamiento no cuadra en los seres humanos; la vida en comunidad ha sido la
forma normal de convivencia desde el momento que el planeta tierra se puso en
condiciones de ser habitable. El hecho de compartir en un determinado medio
social hace posible que se establezcan vínculos muy diversos entre los miembros
de la comunidad.
4.-
Una base económica que descansa en la desigualdad, genera clases sociales
distintas y con comportamientos diferentes; esta diversidad nos permite
comprender la actitud de cada uno de los miembros de una determinada colectividad.
La población de un país, escindida en grupos con intereses opuestos, se
manifiesta de forma diferente ante los fenómenos sociales y, por vía de
consecuencia, tiene desiguales actuaciones en sus relaciones con los demás.
5.-
Una sociedad dominada por el individualismo, genera personas de comportamiento
egoísta, de falsía, mezquindad y codicia y, por tanto, sin formación ni base
ideológica para compartir sinceramente con otras formadas en la solidaridad, la
generosidad y el altruismo.
I.-
Clases sociales y comportamientos
6.-
Partiendo de las ideas anteriores, podemos advertir en el seno de la sociedad
dominicana hay hombres y mujeres de comportamientos diferentes; personas con
forma de conducirse que se distinguen unas de otras. La desigualdad en las
clases sociales trae consigo la diversidad de conductas; la separación en la
actuación de entes que conviven en el mismo medio.
7.-
Partiendo de lo anterior comprobamos la razón por la cual en nuestro país hay
personas a las cuales les es indiferente el estado de descomposición imperante,
expresado en desigualdad, prostitución, corrupción, narcotráfico, criminalidad
y porquerías de todo tipo; mientras que a otras les repugnan las indecencias y
las inmundicias que nos arropan como sociedad. La podredumbre que señorea aquí
es estimulada y aceptada por grupos sociales cuya moral de cafres se adapta
perfectamente a su mentalidad y procuran que perdure el fango que es hoy
nuestro país.
8.-
La diferencia clasista se manifiesta en todo el comportamiento humano. Aquí hay
mujeres y hombres sensibles e insensibles, buenos y malos, honrados y ladrones,
en fin, personas que con su proceder apestan y otras que con sus actuaciones
perfuman. No resulta difícil adivinar la profundidad del descalabro moral, la
estropeada forma de comportamiento cívico de nuestros ciudadanos, la quiebra en
las aspiraciones para construir un mejor país.
9.-
Hasta en las relaciones personales más sensibles se evidencia que en nuestro
medio está presente una pendiente, una declinación total en el decente
proceder; lo incorrecto se ha convertido en norma de vida, lo irregular
predomina sobre lo puro, lo perfecto ha cedido ante lo anormal.
10.-
En vínculos que descansan en la lealtad, como la amistad, a diario recibimos
decepciones de parte de quienes creíamos fieles; en un santiamén se quitan el
velo que cubría su infidelidad, su inconstancia.
11.-
La cara fea de una sociedad descompuesta como la nuestra, se ve clara en la
familia sanguínea, en la cual a cada momento somos testigos de enfrentamientos
como fieras entre hermanos que se fingían absoluta avenencia; una simple
heredad borra la cordialidad; la mercancía dinero se empina sobre lo afectivo y
sentimental.
12.-
Aunque no todos somos iguales en comportamientos, en procura de confundir y
crear una sociedad de idénticos aparentes, los truhanes se presentan como
formales, serios y honrados, con el agravante de que cada día el granuja ocupa
los espacios reservados a los honestos. Pura y simplemente, el desvergonzado,
el sin escrúpulos, sobresale ante el mesurado y digno.
II.-
Triste realidad social
13.-
No es cuestión de fastidiar, atormentar ni importunar. Con estas ideas solo
procuro llamar la atención de los padres y madres que, dominados por la
ingenuidad, no se dan cuenta que están levantando sus descendientes en un medio
social mugriento, ausente de pulcritud; emporcado desde arriba hasta abajo,
donde se impone lo marrano a lo higiénico. Lo ideal, es que todos hagamos
conciencia de que el ambiente actual debe ser cambiado por uno diferente.
14.-Los
progenitores responsables que pongan en duda el descalabro de la sociedad
dominicana, que lancen una mirada retrospectiva hacia los colegios donde
estudian sus vástagos, en algunos de los cuales ocurren hechos de perversión
moral que dejan atónitos hasta a los más impasibles. En centros educativos
ocurren actos de degeneración que espantan, horrorizan a los más sosegados.
15.-
Al igual que en el cuerpo de una persona física afectada de debilidad crónica
se alojan con facilidad las más diversas enfermedades, en el organismo social
dominicano se acomodan los vicios, las peores taras, los más despreciables
oprobios que puedan cobijarse en un reprochable cerebro humano.
16.-
Para conocer la carroña que es el medio donde ahora estamos viviendo, no hay
que estar influenciado por negativismo, ser majadero impenitente, ni contumaz
crítico social. Basta analizar con detenimiento lo que está a la vista de
todos, sin emotividad ni excitabilidad.
17.-
Aquel que ponga en duda, o desconfía de la certeza de la bajeza moral de la
sociedad en que vivimos hoy, le basta con saber que el movimiento económico
nacional se nutre, entre otras cosas, de recursos económicos provenientes del
tráfico de drogas narcóticas, armas y personas físicas; del dinero lavado de
operaciones del crimen organizado; de los juegos de azar; de la prostitución de
niñas, niños y adolescentes; del trabajo infantil y de otras actividades que
tienen su fuente en la corrupción, la degradación, la deshonestidad y el
envilecimiento más repugnante.
18.-
No quiero pecar de alarmista, ni presentarme como moralista de hojalata,
simulado mojigato ni modelo de monicaco. Pero la realidad está ahí como testigo
de piedra: el cuadro degradante de una sociedad dominada por la ignominia, la
infamia más deshonrosa. Donde lo vergonzoso sobresale ante lo que puede
resultar ennoblecedor en la especie humana.
19.-
Lo expuesto con respecto al estado de desastre que es nuestro país desde el
punto de vista de desmoralización, no es invectiva, sospecha, desvarío o presunciones,
sino pura realidad, lamentablemente.
Reflexiones
finales
20.-
En nuestro medio las complicaciones resultantes del deterioro social debemos
enfrentarlas con medidas de fondo, no de forma. Si el modelo económico ya está
agotado, lo que procede es implementar otro diferente, que haga posible la
participación del pueblo en los asuntos de trascendencia, para que sea actor y
no es espectador de la vida nacional.
21.-
Alcanzando una adecuada educación para nuestro pueblo, podemos contar con
personas dominadas por la urbanidad y con ella se llega a edificar la
conciencia en la cortesía, los buenos modales, el correcto proceder. Podemos
lograr que en un futuro desaparezca el actuar con grosería y desagradable
tosquedad.
22.-
Si aspiramos a que el respeto llegue a convertirse en una rutina, en algo
arraigado en la conciencia popular, se impone un nuevo rumbo; romper la
tradición de que cada quien se comporta a su mejor parecer y conveniencia. El
proceder tosco cuadra en un ser humano rustico, no en el que tiene fina
formación.
23.-
Para que el respeto sea parte de la forma normal de comportamiento hay que
comenzar por educar al pueblo, enseñarle las normas de convivencia civilizada,
instruirlo en la correcta conducta, encaminarlo para que tenga una nueva
formación de un ser humano nuevo.
24.-
La actitud ante la vida define a las personas. En cada sector o grupo social
hay que saber distinguir quién procede correctamente y quién en forma
inadecuada, no apropiada. Aquel que respeta a los demás no debe ser
irrespetado, pero quien con sus actuaciones daña el medio social merece ser
reeducado.
25.-
Cada quien con su comportamiento en el medio social determina si se hace
merecedor de respeto, consideración y la estima de sus conciudadanos. Aquel que
ajusta sus actos a las buenas costumbres y correcto proceder se hace merecedor
de respeto; quien actúa en forma caprichosa, irresponsable e insolente ha de
soportar las consecuencias de su imprudente e irrespetuoso accionar.
26.-
Lo que a diario presenciamos en nuestro medio social es una desorganización
perfectamente alborotada, trastornada de cabo a rabo. Es posible que
algún desaprensivo esté pensando que hace falta un predestinado ordenador que
venga como un mesías a ponernos en orden.
27.-
La realidad nos dice que no podemos seguir como hasta ahora, que esto tiene que
cambiar para bien; es imposible seguir viviendo en igual forma de
comportamiento; perpetuar lo que estamos practicando desdice de nosotros como
pueblo del siglo veintiuno; prolongar el estado de desorden sería un desatino,
un absurdo. Esto tiene que cesar, debemos hacer un alto en el camino que nos
está llevando a la sinrazón.
28.-
No puede merecer igual respeto de sus conciudadanos aquel que ha tenido un
comportamiento de compromiso social en el medio donde vive, que quien solo se
ha preocupado de sí mismo. El primero tiene méritos, es un ciudadano relevante;
el segundo, es un insignificante. Ambos no pueden ocupar el mismo espacio en el
sentir del pueblo.
29.-
El respeto hacia quien lo merece eleva a quien lo manifiesta, lo enaltece, no
lo reduce. Resulta una paradoja no reconocer lo que por mérito está ligado a
una persona de valía reconocida; existe discordancia en la forma de proceder de
aquel que se identifica como ecuánime y actúa con mezquindad. Tiene una
discordante conducta quien dice ser sensato e irrespeta al hombre o mujer
digna.
30.-
A no ser que todos estemos perdiendo el juicio, creo que nadie quiere continuar
viviendo bajo el estado de desorden en que nos encontramos, en el cual cada
quien quiere imponer sus designios. Al parecer, cada dominicano o dominicana
anda en su cabeza con un proyecto de país que lo ha de desarrollar en el caos;
en el desconcierto. El desbarajuste que presenciamos no debe continuar.
31.-
Aquí no se respeta nada en absoluto; vivimos como chivos sin ley. Se mide con
la misma vara al bueno y el malo, el honrado y el ladrón; el honesto y el
descarado; el comedido, el insigne y el vulgar; el importante y el
insignificante.
32.-
Estoy plenamente convencido de que si todas esas expresiones de negativo
comportamiento fueran canalizadas como manifestaciones colectivas de
indignación contra el sistema social imperante, hace tiempo que el mismo
hubiera sido pulverizado por el accionar de las masas populares.
33.-
En las sociedades escindidas en clases sociales, cada una tiene su moral y
ética la lleva a la práctica conforme sus convicciones; y dependiendo de
su comportamiento se hace o no merecedora de respeto, consideración y estima.
34.-
Por el derrotero que vamos pinta mal; el camino que estamos trillando no nos
lleva a buen destino; el comportamiento, la conducta que exhibe la generalidad
de los dominicanos y dominicanas no es nada halagüeña. El panorama es,
lamentablemente, desalentador. Y que conste, soy optimista, pero trato de ser
realista; me gusta tener mi reloj en hora con respecto a la realidad nacional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario