Por: Ambiorixa Tueros
Dicen que cada quien llega a este mundo con un
talento especial asignado.
Desde pequeña decía que sería doctora, aunque el
temor a las vacunas y el malestar que produce en mi cuerpo el olor de hospitales
me convencieron que por ahí no iba la cosa.
Por donde sí iba era por todo lo relacionado a la
palabra. Desde antes de iniciar la escuela sometía a todos en mi familia a
entrevistas que tenían como escenario estudios de televisión improvisados en la
sala de casa.
Durante mi vida escolar me destaque siempre en las
áreas de lectura y escritura.
Y ya como adolescente me embarqué en las aguas del
periodismo radial, de la mano del gran periodista y excelente ser humano Marcelo Peralta
Bernard, lo que me ayudó a tomar la decisión de ingresar
a la escuela de Comunicación Social de la UASD para aprender el oficio del
periodismo.
Recuerdo que algunas personas trataron de
disuadirme explicándome que el periodismo en RD no era tarea fácil, ni tampoco
una profesión en la que se ganaba mucho dinero.
Yo, sin embargo, y a pesar de mi corta edad, estaba
totalmente segura de lo que quería y de lo que podría lograr y sin más que
pensar emprendí uno de los viajes más importantes de mi vida.
Fue la talentosa Judith Leclerc quien me abrió las puertas
del periodismo televisivo, cuando apenas cursaba el tercer semestre de la
carrera.
Recuerdo como ayer mi primera entrevista con el doctor
Marino Vinicio Castillo.
Recuerdo como ayer el día en que me senté frente al
señor Juan Bolívar Díaz, director de prensa de Teleantillas, a pedirle que me dejara ser
parte de su equipo de talentosos reporteros.
Mi determinación pudo más que mis nervios y Díaz
accedió diciendo que ya estaban necesitando una mascota en el equipo.
Llevo en mi alma cada una de las enseñanzas que
recibí de gente buena y talentosa como doña Alicia Custals, Adalberto Grullón Morillo,
Erick Mendoza, Carlos
Julio Félix, José Tomás Paulino Rodríguez
y todos a los que la vida puso en mi camino durante mi paso por la televisión
dominicana.
Pero, sobre todo, llevo en el alma cada una de las
historias que escribí y mostré a la gente, cada una de las personas que en
algún momento determinado cedió sus esperanzas al poder de mi labor.
Y es que el periodismo me enseñó en gran escala el
poder de la empatía, el valor de la educación, de la ética y de las
consecuencias de nuestras acciones sobre otros.
Al periodismo debo gran parte de la mujer en que me
he convertido a través del tiempo y si me preguntaran que es lo más valioso de
esta profesión, pues diría que el periodismo tiene el poder de sacar lo mejor
de mí.
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