rafaelperaltar@gmail.com
Permítame contarle un
recuerdo de mi infancia pueblerina, que se adhirió a mi conciencia para
siempre. Alguna vez un compueblano dijo
en presencia de mi padre que uno de sus yernos tenía con él una deuda
monetaria, sin que diera muestras de querer saldarla. Era deuda de menor
cuantía, pero deuda al fin.
Esto ocurría al frente de
mi casa paterna, en el apacible Miches de los años 70, donde solían concurrir
muchos hombres a charlar. De pronto, mi padre entró a la vivienda, fue al
escondite donde guardaba su clavito, y
regresando al punto de reunión, entregó al hombre el valor que adeudaba el
esposo de mi hermana.
Es que los hombres de
vergüenza sienten en lo íntimo las fallas de su familia. Todo quien se respete
sufre tener una hija prostituta o un hijo ladrón. Son verdaderas desgracias
familiares. Individuos tramposos o estafadores provocan que sus progenitores se
esfuercen en desligarse de sus acciones y así disminuir la afrenta.
Tales aclaraciones
laceran al padre de ese hijo pródigo de impudicias. Pero, no solo hijos, el
hombre íntegro no soportará tener hermanos o amigos de comprobada conducta
impropia. Y para tapar las faltas de aquellos saldan deudas, ofrecen disculpas y a veces se lamentan de que “los hijos no
siempre salen a los padres”.
Estar donde no lo han
invitado, consumir en bares o restaurantes sin pagar el costo, así como
permitir que su palabra se incumpla, son actos inaceptables para la persona de
pudor. En los pueblos, como en los barrios citadinos, se tiene fichados a los
hombres que comparten en los bares y a la hora de la cuenta no responden.
El hombre sensato siente
apuros hasta de los actos de personas ajenas a su entorno. Quien no honra sus compromisos,
quien defrauda a su familia o quien vulnera normas de convivencia social puede
ser considerado un desvergonzado o sinvergüenza. “Para mí, ese no vale una
guayaba podrida”, suele decirse.
¿Cómo puede un hombre
proclamar que no se avergonzará de que sus hermanos, amigos y compañeros estén
involucrados en actos dolosos “del tamaño del pico Duarte”? Quien no se
avergüenza de las tropelías de sus relacionados carece de pudor. Nunca es de fiar la persona sin pudor, pues
no teme a la ley ni a la censura.
El expresidente Medina ha
declarado que nadie lo avergonzará por las acciones del Gobierno del PLD. Todos
sabemos de lo repugnante de esas acciones.
La gente suele juzgar a este tipo de persona con una alegoría repleta de
sentido: “La vergüenza de ese hombre era verde y se la comieron los burros”.
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