
Manifestaciones en Venezuela.
Por Humberto Márquez_
Caracas.– Las protestas contra la
permanencia de Nicolás Maduro en la presidencia de Venezuela, los 10 últimos
días de enero y bajo el ruido de cacerolas vacías en barriadas populares, se
saldaron con un alto costo humano.
Van más de 40 muertos, decenas de heridos y unos
mil detenidos, entre ellos 100 mujeres y 90 menores de 18 años.
En
Catia, populoso sector obrero del oeste de Caracas, varios jóvenes murieron
abaleados en las noches del 21 al 25 del mes pasado, mientras comandos de la
Policía, la militar Guardia Nacional derruían barricadas improvisadas
con basuras y con su presencia acallaban la protesta.
“Lo
lograron. Los vecinos dicen que en las calles donde cayeron varios de esos
muchachos ya impera el silencio y la soledad desde las seis de la tarde.
Los
cacerolazos no han regresado”, relató a IPS el sociólogo Rafael Uzcátegui,
coordinador de la organización Provea, que lleva décadas registrando las
violaciones a los derechos humanos en el país.
Organizaciones
de Derechos Humanos cuestionan el empleo de la Fuerza de Acciones Especiales
(FAES) de la Policía Nacional en Venezuela para reprimir protestas populares,
pues se trata de comandos preparados para el uso de fuerza letal. Crédito: PNB.
Estas
protestas tienen dos elementos especiales: se producen en barrios y sectores
que hasta hace poco engrosaban la base social del gobierno y reflejan una ira
en pobladores de los sectores más vulnerables ante el desplome socioeconómico
venezolano, que convierte sus movilizaciones en “minicaracazos”, por recordar
las violentas protestas de febrero de 1989, que se saldaron con centenares de
muertos.
Además,
han quedado sumergidas dentro de la crisis institucional que vive el país desde
enero y que han puesto a Venezuela como protagonista en la geopolítica mundial,
con un pugilato que se dirime también entre los gobiernos de Estados Unidos y
otros países americanos y europeos, por un lado, y China, Rusia o Turquía, por
otro.
Maduro
(56), quien gobernó el sexenio 2013-2019, juró el 10 de enero para un segundo
período, tras ganar una elección en mayo de 2018, desconocida por el parlamento
y la mayor parte de la oposición y de los gobiernos de América y Europa.
La
elección fue convocada fuera de lapsos legales por una Asamblea Nacional
Constituyente integrada solo por adeptos al gobierno, el árbitro electoral
proscribió a los principales partidos y dirigentes opositores, y una nube de
irregularidades envolvió la campaña y el acto mismo del sufragio, según
denuncias de organizaciones locales e internacionales.
Por
ello, la legislativa Aamblea Nacional, de mayoría opositora, desconoció la
investidura de Maduro y el diputado que dirige el parlamento, Juan Guaidó (35),
asumió el 23 de enero la condición de presidente encargado, ante una multitud
en Caracas y mientras masivas concentraciones y marchas opositoras recorrían
otras 50 ciudades.
Desde
el día 21, cuando 27 guardias nacionales se amotinaron en un cuartel en el
barrio de Cotiza, el norte de Caracas, desconociendo a Maduro, estallaron
cacerolazos, y grupos de vecinos en barriadas populares de la capital y el
interior improvisaron barricadas contra las que actuaron fuerzas de uniformados
y grupos civiles irregulares de simpatizantes del gobernante Partido Socialista
Unido de Venezuela (PSUV).
En
varias ciudades del interior hubo saqueos o conatos de saqueo contra algunos
comercios.
La
represión entre los días 21 y 25 de enero dejó 35 personas muertas, decenas de
heridos, por balas o perdigones (balines plásticos), y 850 detenidos.
“Solo
el día 23 hubo 696 detenidos, la mayor cantidad en una sola jornada de
protestas en 20 años”, dijo a IPS el abogado Alfredo Romero, director del Foro
Penal, una organización que sigue especialmente el tema de los detenidos por
razones políticas o sociales.
El
Foro contabilizó 12.480 detenciones arbitrarias desde Febrero de 2014 –año de
las primeras protestas multitudinarias contra Maduro- hasta octubre de 2018,
calificando a 1.551 personas como presos políticos, de los que aún quedaban 236
cuando produjo su informe. Pocos fueron liberados y la lista se engrosa con los
detenidos este año.
Desde
que Maduro llegó al poder en 2013, Provea y otras organizaciones humanitarias
han contabilizado que murieron en el marco de protestas callejeras al menos 250
personas, incluyendo enero de este año.
Romero
destaca que el Estado aplica una “puerta giratoria”: cuando salen de la cárcel
detenidos por razones políticas, generalmente bajo libertad condicionada,
entonces entra otro grupo arrestado por razones similares.
Este
enero “la orden que recibieron las fuerzas de seguridad fue detener a quienes
protestaban. Es claro que el gobierno decidió asumir el costo de parar la
protesta en los sectores populares, que en el pasado respondían al chavismo y
se han volteado en su contra”, aseguró.
El
chavismo es la fuerza política desarrollada por Hugo Chávez, quien presidió el
país entre 1999 y su fallecimiento en 2013.
Durante
dos décadas fue dominante en los sectores populares urbanos que ahora se han
volteado en forma creciente contra Maduro, exasperados por la carestía de los
alimentos, el desplome de servicios como agua, electricidad, salud y
transporte, y la escasez cada vez más aguda de medicinas o gas para cocinar.
Rupert
Colville, portavoz de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos
Humanos de las Naciones Unidas, dijo en Ginebra el 29 de enero que “algo más de
40 personas han resultado muertas” y de ellas “al menos 26 murieron
supuestamente por disparos de las fuerzas de seguridad o de los grupos armados
progobierno durante las manifestaciones”.
Provea
sostiene que al menos ocho personas murieron en ejecuciones extrajudiciales en
Caracas y dos ciudades de provincia cuando entraron a sus casas efectivos del
grupo élite FAES (Fuerza de Acciones Especiales) de la Policía Nacional.
“El
FAES es un cuerpo con entrenamiento para acción letal, contra extorsión o
secuestros, y no para manejar situaciones de orden público. Sus códigos y
armamento, de alta letalidad, no guardan proporción con los cánones de uso
proporcional y escalonado de la fuerza aplicables en situaciones de protesta
popular”, advirtió Uzcátegui.
Las
detenciones, que incluyeron a 100 mujeres y al menos 90 niños, niñas y
adolescentes, “se han hecho a modo de razias indiscriminadas, abonando el
propósito de sembrar el miedo para desalentar la protesta”, opinó Romero.
Uno
de esos casos es el de Jickson Rodríguez, de 14 años, paciente epiléptico tras
un viejo trauma craneoencefálico.
Tocaba
cacerolas con amiguitos cerca de la barbería que opera su familia, la noche del
22 al 23 de enero en Villa Bahía, en Puerto Ordaz, urbe industrial a orillas
del Orinoco, 500 kilómetros al sureste de Caracas, cuando unidades de la
Guardia Nacional lo capturaron junto a otras seis personas y lo llevaron a un
cuartelillo que cuida una planta siderúrgica.
“Como
yo no lloraba, a mí era al que daban más golpes. Le dije a los guardias ‘¿por
qué nos dan golpes si ya estamos presos?’ y me dieron una cachetada (bofetada).
Me daban cocotazos (golpes en la cabeza). Les decía ‘no, yo no puedo recibir
cocotazos, sufro epilepsia, y me dijeron: ‘¡cállate, que tú eres un detenido!”,
narró días después a familiares y periodistas.
“Lo
encontré, esposado, después de buscarlo por varios sitios de reclusión la tarde
del día siguiente. Fue golpeado en la planta de los pies, para que no le
quedaran marcas. Convulsionó mientras estuvo detenido y por eso me lo
entregaron dos días después”, dijo a IPS su madre Rosmelys Guilarte (39), una
peluquera que tiene además tres niñas.
Al
chico “lo acusaron en la policía judicial de participar en un saqueo que hubo a
kilómetros de donde estábamos sonando cacerolas esa noche.
Algo imposible.
Tiene orden de presentarse a la autoridad cada 30 días. Trato de que descanse
bastante, está muy afectado”, agregó desde su localidad.
Para
Uzcátegui “la estrategia del gobierno tiene tres componentes: la represión ante
el descontento mayoritario de la población, apostar a que el actual conflicto
político se desgaste y tratar de invisibilizar la crisis actuando sobre medios
de comunicación y periodistas”.
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