La falta de una política migratoria y
medioambiental del gobierno está provocando que la adicción al carbón de los
haitianos destruya la zona boscosa ubicada en las regiones Sur y Noroeste y Fronteriza
de la República Dominicana.
El desastre ecológico emprendida por los haitianos en esas demarcaciones de la Patria de
Juan Pablo Duarte parece no tener dolientes.
Los
haitianos acabaron sus reservas de árboles y ahora se mudan a este país a
acabar con la nuestra, y por ende con los ríos que a ellos, lo suplimos de agua
dulce en muy buen estado de potabilidad.
Se impone que los dominicanos
rechacemos la destrucción masiva de árboles por parte de los haitianos para
hacer carbón y llevarlo a su país de origen.
Las autoridades del CESFRONT afirman
que en los últimos tiempos confiscaron en suelos dominicanos miles de sacos de carbón para llevarlos a Haití y eso debía preocuparnos.
Nos preguntamos: Y cuántos sacos
habrían pasado por entre las narices de los militares, porque la frontera prevalece
un fuerte negocio de todas las mercancías y trata humana.
Esas vagabunderías solo se permiten
en un país en donde impera el desorden, caos, la falta de gobernabilidad y de
institucionalidad.
Se evidencia que la lucha contra la
migración haitiana con una frontera abierta y los dominicanos pagando millones
de pesos por concepto de impuestos para mantener a cientos de guardias engordándoles
los bolsillos a los más poderosos.
Antes, cuando un policía y un
militar cometía faltas en el desempeño de sus cargos los mandaban a la
frontera como castigo.
Sin embargo, hoy día debido a las
anomalías en el trasiego de todo lo que pasan desde Haití hasta acá, hay
quienes pagan miles de pesos para estar por meses en la zona y desde allí salen
llenos de cuartos.
Haití que acabó con su potencia
forestal, se ha convertido en un país adicto al carbón ya que un alto
porcentaje de casas usan este producto para preparar sus alimentos.
Mientras la República Dominicana que
se ha convertido en paño de lágrimas de los haitianos, mantiene una política medioambiental
y migratoria de doble cara, porque ha abierto la frontera y permite que se
destruya la capa boscosa del país.
De seguir así con esa permisibilidad
los haitianos convertirán a República Dominicana en una nación fantasma que
salpicará en el mapa del país y cuya supervivencia corre serio peligro, porque
nos quedaremos sin árboles y sin agua dulce para la sobrevivencia.
Solo hay que dar un paseo por los pueblos
de la frontera y basta para comprender que la deforestación es rampante y
permitida por el gobierno dominicano, a pesar de los esfuerzos el presidente
Danilo Medina por proteger y reforestar las zonas fronterizas.
La presencia de haitianos depredando es una gran cruz que hay que detener ya, porque de seguir esa permisibilidad, en poco tiempo los ríos se secarán y debemos ir a otros países a comprar agua para sobrevivir.
Hay otros problemas, que son las maquinarias mineras de poderosos norteamericanos que destruyen montañas y ríos sin que desde el gobierno no se vea una luz en el camino.
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