RAFAEL PERALTA ROMERO
El pasado 25 de diciembre
falleció el escritor Ramón Emilio Reyes, miembro de número de la Academia
Dominicana de la Lengua, y por designación del director de esa institución me
correspondió pronunciar las palabras de despedida.
Me propongo traer a esta
columna la esencia de lo dicho allí, casi
en intimidad, entre familiares y amigos, sin estruendos, como transcurrió su vida.
Hemos apreciado que unos
funerales se acompañan de ruidos, bebidas alcohólicas y total ausencia de
recogimiento y que otros difuntos llegan
a la última morada revestidos de suntuosidades, visibles desde los vehículos que
forman el cortejo hasta en los atuendos de los dolientes.
En cada caso
se manifiesta la intención de recordar
al fallecido de acuerdo a como ha vivido y obviamente que se busca
halagarlo, si es que cabe la expresión.
El funeral de este
intelectual se caracterizó por el
recogimiento y la sincera compunción. Se
recordó la humildad que caracterizó a este novelista, ensayista y poeta,
cuya discreción lo llevaba a la
timidez. Nadie puede asociarlo al tipo
de escritor que gestiona o exige premios
ni reconocimientos, pues se limitaba a escribir la obra, y lo hacía con pulcritud
y sin prisa.
El director de la Academia,
Bruno Rosario Candelier, me sugirió que no dejara de recordar en
mi intento de panegírico, que el
doctor Reyes fue un excelente colaborador de la Academia, y contribuyó
eficazmente con sus conocimientos lingüísticos
al desarrollo de las tareas de esa corporación.
Reyes formó parte del grupo
de jóvenes escritores que en la séptima década del siglo pasado crearon
el ciclo de novelas bíblicas, a
través de las cuales se valían de
símbolos y personajes de los evangelios para criticar la dictadura de Rafael
Trujillo. Entre esos autores destacan, además, Marcio Veloz Maggiolo y Carlos Esteban Deive.
Su novela más conocida, “El
Testimonio”, aparecida en la postrimería de la tenebrosa Era, vio una segunda
edición más de cincuenta años después. Otra novela “La luz
se ha refugiado en el sendero”, escrita en 1958, debió esperar medio siglo para ser publicada. Esta obra ha
sido considerada como “excelentísima” por el exigente crítico Giovanni Di
Pietro.
Creo que en
algún momento, los dominicanos deberán saber que en la Navidad de 2017 han perdido a un gran
intelectual, un cultor de la palabra y
del pensamiento, no del espectáculo.
Para terminar, una
información: al final de este mes, la Academia Dominicana de la Lengua tributará
un reconocimiento a Reyes para ponderar
el valor de su obra y su
significación para nuestra literatura. Será
la despedida formal de una
institución a la que tanto amor dedicó. Descanse en paz este inolvidable
dominicano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario